“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Orar es tan poderoso sin embargo tan suave. Puede reunir a miles o simplemente arrodillar a alguien. En oración, Dios baja para escucharnos y al mismo tiempo nosotros somos elevados al campo celestial para escucharlo, para estar con él, para amarlo y ser amados por él. Orar es verdaderamente una cosa maravillosa, un regalo clemente, un profundo pozo de gracia, una bendición preciosa, una conversación sin fin, una fuente de misericordia, un manantial de amor eterno. Pues en la oración, Dios nos permite hablar, hace posible que escuchemos, nos ayuda a dar, luego nos ayuda a recibir, luego nos ayuda a dar de nuestros corazones. En oración, estamos con Dios quien está siempre tan presente para nosotros y atento a nuestras necesidades. Y él nos invita a estar atentos a él y a lo que él pide de nosotros que es amarlo y ser amados por él pero no con la mitad del corazón sino con todo nuestro corazón – de hecho, con tu todo tu ser porque eres amado y eres amor. Lo único que necesitamos es lo único que no pedimos. Lo único que sentimos no necesitamos es precisamente con lo que no podemos vivir si nos falta.  Lo único que no perseguimos aquello que nos busca constantemente. Lo único que no entendemos es aquello que nos entiende y nos comprende. Lo único que realmente deseamos es de lo que más ayunamos – amor. El amor es quien Dios es – amor es quienes somos nosotros. El amor fluye desde Dios porque es quien Dios es – la fuente, la presencia, la esencia del amor. Dios nos ama desde el corazón, nos ama en nuestro corazón. ¿Has orado hoy?  San Antonio María Claret dijo, “El hombre que se quema con el fuego del amor divino es un hijo del Inmaculado Corazón de María, y donde quiera que vaya, él enciende esa llama; él merece y trabaja con toda su fuerza para inflamar a todos los hombres con el fuego del amor de Dios.” Así que dale tu corazón a, él te amará por ello. ¿Has orado hoy?  Padre Iván