San Ireneo de Lyon

Nacido en Esmirna (actualmente Turquía) alrededor del año 135 dC, San Ireneo de Lyon fue criado en una familia cristiana. De joven fue alumno de San Policarpo, obispo de Esmirna, discípulo del Apóstol San Juan. Fue inspirado profundamente por la predicación y las historias de Policarpo, todas las cuales eran relatos de primera mano recibidos del Apóstol Juan. Eventualmente, Ireneo se dirigió a la región de Galia, en lo que ahora es Francia, donde se convirtió en sacerdote en la ciudad de Lyon. En 177 dC, fue enviado a Roma con un mensaje para el Papa Eleuterio. Durante su ausencia, el emperador romano Marco Aurelio empezó una persecución a los católicos en Lyon que llevó a la muerte de muchos cristianos, entre ellos el obispo de Lyon que tenía 90 años de edad. Al regresar a Lyon, Ireneo fue nombrado el nuevo obispo e empezó inmediatamente a reconstruir la comunidad perseguida por su santidad personal, su predicación fervorosa, su brillante mente teológica y su caridad generosa. Escribió varios libros. Una de sus obras más importantes se titula Contra las Herejías (Adversus Haereses). Este libro es crucial para la historia occidental en numerosos aspectos. Representa una de las primeras obras de teología que busca presentar una visión cohesiva y unificada del cristianismo y sus enseñanzas. Esto se convertiría en un modelo de pensamiento religioso por muchos siglos. Sin embargo, la contribución más importante de San Ireneo es su defensa de la bondad inherente del mundo creado. En aquel tiempo, había un grupo de herejes llamados los gnósticos que afirmaban que la materia, es decir, todo ser creado, era malo. En particular, el cuerpo humano era altamente detestado como algo que debía ser despreciado y rechazado. San Ireneo combatió esta enseñanza inculta con una sola frase brillante que sigue siendo un punto de referencia para la antropología: “¡La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo!” En contradicción con los gnósticos, Ireneo defendió la dignidad inherente de la persona humana al referir la humanidad a la divinidad. La mayor gloria de Dios es cuando nosotros, como personas humanas, vivimos nuestras vidas a su potencial máximo, en cuerpo y alma. Con estas palabras, el obispo de Lyon preserva el valor de la creación. Esto sería crucial para el futuro de la civilización occidental, especialmente con respecto a las ciencias naturales y la medicina. Fue la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la dignidad del mundo y de la persona humana que llevó al florecimiento del estudio para protegerla y preservarla. Si el mundo es hermoso, entonces significa que vale la pena entenderlo y explorarlo. Si la humanidad es buena, entonces significa que cada ser humano merece ser respetado y salvado. En fin, San Ireneo ayudó a proteger al Occidente de convertirse en una civilización antihumana y hedonista. Si tan sólo pudiéramos volver a aprender algunas de sus enseñanzas hoy….