El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho.”  ¿A quién buscas cuando encuentras una persona difícil o una situación desafiante?  ¿A quién acudes en los momentos de desesperación y desolación?  ¿A quién te diriges cuando la vida se siente como una tumba vacía?  Jesús dice, “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos.”  Tanto amó Dios al mundo, tanto nos amó Dios – que envió a su Hijo al mundo para salvarlo, para transformarlo – para hacernos sus amados hijos.   Como hijos de Dios, como hijos de la Luz, como herederos del Reino de Dios – debemos saber que nosotros siempre podemos confiar en Jesús e invitarle a cada circunstancia, a cada situación, a cada desamor, a cada celebración.  Vuelve a Jesús con esperanza, con confianza, con seguridad.  El trae luz a la oscuridad, gozo a la tristeza, fortaleza a la debilidad – vida a la muerte.  Jesús preguntó: “…¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”  Yo te busco a ti, la Promesa de Dios con todo mi corazón, alma y entendimiento.  Te busco a ti, el Salvador del Mundo con toda mi fuerza, voluntad, ser. Busco al que me salva, me llama, me ama.  Busco al que debo amar sobre todas las cosas, el que me provee con el pan de cada día.  Busco a quien me sana, me conforta, me perdona, me viste con luz.  Busco al que me restaura, me renueva, me refresca el corazón y el alma.  Busco al Señor quien es mi Dios, mi roca, mi Salvador, mi Hermano, mi Pastor, mi Rey.  Busco por quien llora mi corazón, exclama, anhela, no puede vivir sin.  Estoy buscando por el que murió por mí, resucitó por mí, por quien me trae a la vida, quien me da vida, quien vive en mí.  “¿A quién buscas?” Estoy buscando a Jesús.  Que la Paz del Señor Resucitado permanezca por siempre en tu corazón.  Padre Iván.