Ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!” Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros…”  La verdad es que tan a menudo  estamos alejándonos de Cristo, corriendo en la dirección opuesta en lugar de seguirlo.   ¿Por qué?  Porque no lo conocemos; no entendemos lo que él ha hecho por nosotros.  Simplemente no podemos comprender cómo alguien puede amarnos tanto. No sabemos cómo ser amados incondicionalmente porque hemos sido heridos tantas veces – pero nunca por Dios.  La voluntad de Dios es nuestra felicidad; él desea amarnos.  Lo que Dios quiere es estar con nosotros pero a menudo nos dirigimos en la dirección equivocada.  Lentos de corazón es lo que somos.  Lentos para amar a Dios y lentos para ser amados por él.  Debemos orar por un íntimo conocimiento de Jesús Cristo quien es “el camino, la verdad y la vida” para que podamos amarlo más libremente y seguirlo más de cerca.  Esta la jornada de nuestra vida – el camino a Jerusalén, donde él sufrió y murió por nosotros y resucitó en el tercer día para darnos nueva vida, para liberarnos de la esclavitud del pecado y para abrir los portones del cielo para que podamos ser verdaderamente libres y felices.  Debemos ir hacia Jerusalén y no caminar en la dirección opuesta.  Debemos correr hacia Jerusalén y no alejarnos de ella.  En el camino, Jesús nos encuentra donde estamos.  Él comparte con nosotros, él habla con nosotros, él camina con mostros incluso si vamos en la dirección equivocada.  Él siempre tan es paciente con nosotros.  ¿Por qué?  Porque nos ama.  Jesús quiere lo que el Padre quiere para cada uno de nosotros – verdadera felicidad.  Seguir a Jesús, el nunca te dirigirá en la dirección equivocada.  Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestros corazones lentos en dejarte y diligentes en buscarte.  Que anhelemos estar contigo y seguirte todos los días de nuestras vidas en el camino de Emaús a la nueva Jerusalén.  Padre Iván