“Abre, Señor, nuestros corazones para que comprendamos las palabras de tu Hijo.” Todavía nos faltan varios meses antes de entrar en el feliz Tiempo de Navidad y ya las tiendas han empezado a transformar sus estanterías en un “winter wonderland” (país de la maravilla invernal) con árboles, juguetes y decoraciones. Verdaderamente es una época del año especial Nos reunimos como familia y pasamos tiempo con amigos, nos reconectamos y nos ponemos al día con aquellos que viven lejos, estamos atentos a quienes son menos afortunados que nosotros y estamos llenos con la esperanza y la paz que la temporada trae a nuestros corazones y hogares. Nos reunimos socialmente para compartir una comida, para celebrar las tradiciones, para cantar muchas canciones que han capturado el espíritu Navideño. Una de mis canciones Navideñas favoritas es “Do you hear what I hear?” (¿Oyes lo que oigo yo?) Pienso sobre lo que el artista está oyendo. Pienso en lo que tú podrías estar oyendo. Yo me pregunto, ¿oyes lo que oigo yo? – ¿oigo lo que oyes tú? ¿Estamos ambos oyendo lo que Moisés y los profetas oyeron? ¿Estamos oyendo lo que los Discípulos oyeron? ¿Estamos oyendo lo que todos los ángeles y santos oyeron? ¿Estamos oyendo la dulce voz de Dios llamando gentilmente a cada uno de nosotros por su nombre, llamando a cada uno de nosotros a la conversión, invitando a cada uno de nosotros a cambiar nuestra mente y abrir nuestros corazones? La audición es algo tan automático; un sonido se hace – un sonido se oye. Oímos tantos sonidos. Algunos son hermosos y agradables a los oídos como el sonido de la naturaleza, el sonido del silencio, el sonido de los niños jugando. A veces el sonido se convierte en ruido y el ruido nos distrae. Esto ahoga la voz de Dios. Dios desea hablarnos, animarnos, compartir con nosotros – eso es música para nuestros oídos. El ruido, sin embargo, llena nuestros oídos con sonidos desagradables y ocupa nuestra capacidad de escuchar. Escuchar requiere un poco más de trabajo y mucha más destreza de nuestra parte. Escuchar requiere que estemos atentos al sonido que se está haciendo, abiertos a la palabra que se está hablando, disponibles para la persona que está hablando. Escuchar requiere que nos demos a nosotros mismos y que prestemos toda nuestra atención al momento, a la persona, a la situación frente a nosotros. Oh Señor, abre los oídos de nuestros corazones, para que podamos estar atentos y presentes a tu Hijo Jesús mientras él nos dice cuanto tú nos amas. Padre Iván