“Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?” El perdonar es difícil para nosotros porque el verdadero perdón, del tipo que hemos recibido a través de Jesús, proviene del corazón; es basado en amor. Nos exige que cedamos cosas que frecuentemente, no estamos dispuestos a ceder o dejar: heridas, dolor, sufrimiento, cólera, venganza, orgullo, humillación. Pero si somos honestos con nosotros mismos, sabemos que estas cosas no son buenas para nosotros. Son como una prisión que lentamente trae confusión a nuestras mentes y oscurece nuestros corazones. Son un veneno que nos hace pensar y actuar como lo hacen los humanos; por momentos egoístas y jactanciosos, crueles y vengativos; y no como lo hace Dios, quien es “compasivo y misericordioso”. La falta de perdón es un veneno que apaga nuestra capacidad de amar, de ser compasivo, de ser caritativo. Aprisiona y endurece nuestros corazones; trayendo separación, aislamiento y división que son dañinos para nosotros y para aquellos a quienes queremos. Destruyen nuestras relaciones, afectan nuestro bienestar espiritual, nos priva del amor de Dios. La falta de perdón es detrimento de nuestros cuerpos, de nuestras mentes, de nuestros corazones, de nuestras almas, de nuestras familias, de nuestros hogares, de nuestra escuela, de nuestros lugar de trabajo, de nuestro mundo. Por lo que comparto contigo el antídoto que me fue dado para ayudarme a perdonar de corazón y una vez más amar y ser amados por Dios. Así que empecemos un ejercicio espiritual sobre el perdón. Antes que comencemos, ubícate en un lugar tranquilo, silencia tu mente, abre tu corazón. Di una oración invitando al Espíritu Santo a guiarte y traer a la luz cualquier falta de perdón en tu corazón. El primer paso es pedir perdón en oración a cualquier persona a quien puedas haber ofendido, haber herido, haber maldecido o avergonzado. Cuando estés listo, procede al próximo paso. En oración, perdona a cualquier persona que te ofendió; cualquier persona que te hirió, te avergonzó, te robó, te maldijo, te mintió, chismeó sobre ti, se burló de ti, se mofó de ti, te usó, fingió que le gustabas, usó tus cosas sin permiso. Cuando estés listo, procede al paso final que es el más difícil. Mírate en el espejo, contempla tus ojos y perdónate desde el corazón. Ruego que este ejercicio espiritual sobre el perdón te ayude, como me ha ayudado a mí, a estar libre del veneno de la falta de perdón y llenarte con el Espíritu del amor de Dios. La paz de Dios y bendiciones siempre,
Vigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario