“Por su perseverancia asegurarán sus vidas.” ¿Qué es lo que realmente podemos perder en esta vida? Una llave, una moneda, un trabajo? ¿Algo de eso realmente importa? ¿Podemos contar eso como una verdadera pérdida? Hasta la pérdida de un ser querido no es una pérdida es más bien una ganancia. Puesto que en la vida eterna llegamos a ser como Jesús. Llegamos a verle cara a cara. Estamos con nuestros seres queridos otra vez. Se ha encontrado lo que estaba perdido. Lo que parecía ser el final es un nuevo comienzo. Entonces pérdida es perder la única cosa que es preciosa para nosotros. Esa cosa que no se puede reemplazar – nuestra relación con Dios. Jesús vino a restaurar lo que estaba perdido; nuestra imagen, nuestra relación, nuestro lugar en el cielo. Pero para ganar lo que estaba perdido necesitamos perder nuestra manera de hacer las cosas. Necesitamos seguir el Camino de Cristo en el que el sufrimiento y el compartir en la Cruz nos ganarán la resurrección y el gozo eterno. ¿Que es lo que debemos perder? ¿Nuestra actitud? ¿Nuestros juicios? ¿Nuestras opiniones? ¿Nuestro deseo de ser perfectos? ¿Nuestro deseo de tener siempre la razón? Tenemos que perder las máscaras que nos ponemos, las falsas personas que creamos para nosotros, necesitamos perder el deseo de ganar siempre, de tener la última palabra, de criticar a los demás. Necesitamos perder la actitud. Sufrir esto no es una pérdida más bien es una ganancia. Y todavía hay más por perder; como el deseo y la noción de independencia. Necesitamos ser indefensos, vulnerables ante los ojos de Dios. Dependientes de su bondad, su gentileza y su gracia. El Buen Pastor nos está llamando, invitándonos a perder nuestras vidas para que la podamos encontrar. A perder nuestras vidas para que podamos ganar vida eterna. Nuestro amado Padre nos dio su único Hijo quien perdió su vida para que nosotros podamos ganar lo que estaba perdido en nosotros – la imagen de un amado hijo siendo tomado en los brazos de nuestro Padre. La Paz y bendiciones siempre, Padre Iván
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