“Mira, los ojos del Señor están sobre aquellos que lo temen, sobre aquellos que esperan en su bondad…” ¿Alguna vez te has detenido para considerar y pasar un tiempo tranquilo, de calidad, dedicado a contemplar el hecho que Dios nos ve? Él realmente nos ve. Dios ha posado su mirada sobre nosotros. Sus ojos están fijos en nosotros y nos mira mientras contempla su creación bella, pero infiel por momentos. Dios nos ve. Él realmente nos ve. Él te está mirando ahora mismo. ¿Qué piensas que él ve cuando posa su mirada sobre ti, te contempla, te mira directamente? Recuerda, nosotros no pensamos o vemos como Dios lo hace porque Dios conoce nuestros pensamientos fugitivos y aun así él mira nuestros corazones y nos ve. Cómo vemos a Dios y cómo pensamos en él es importante, porque es cómo tendemos a mirarlo y verlo. Si pensamos que Dios nos mira en una manera negativa, tendemos a proyectar nuestra visión y reflexión de Dios en una manera similar. Pero Dios ama al pecador y aborrece el pecado. El ve a la persona en su contienda. Él ve sus buenas intenciones. Dios nos mira y ve a sus amados hijos. Él ve buenos hijos que a veces hacen cosas malas y otras veces hacen cosas muy malas. A los ojos de Dios, eso no nos hace menos amados o malos. Siempre seremos los amados hijos de Dios que escogen hacer o decir cosas malas. Él todavía ve bien dentro de nosotros. Él siempre verá lo bueno dentro de nosotros. Nuestra oración e intensión debe ser ver a Dios contemplarlo y mirarlo como él nos contempla y nos mira – con amabilidad, con paciencia, con amor, con misericordia, con belleza. Deberíamos querer mirar a los ojos de Dios para que podamos ver el rostro de la belleza y ver nuestro reflejo. Deberíamos querer mirar en el corazón de Dios y ver cuánto somos amados. Deberíamos querer mirar en la mente de Dios para conocer la verdad de lo que realmente piensa de nosotros. Él verdaderamente nos ama. Él piensa que somos estupendos porque todo lo que hizo es muy bueno. Dios nos ve en una luz positiva a pesar de la oscuridad de nuestra pecaminosidad. Entonces, si Dios puede mirar dentro de nuestros corazones divididos por el pecado, el orgullo, la codicia y la envidia y aun así ve el bien, ¿por qué no podemos verlo? ¿Ves lo que Dios ve o es diferente? ¿Por qué? La belleza está en el ojo del que mira. Que Dios vea la belleza y la bondad de sí mismo en tus ojos y en tu corazón. Padre Iván
Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario