“Señor, enséñame tus caminos.” ¿Se te puede enseñar, puedes ser guiado o has aprendido todo lo que necesitas saber? ¿Has llegado a tu límite, tu capacidad está llena o tienes hambre de lo que es verdad y sed de lo que es justo? ¿Quieres aprender los caminos del Señor? ¿Estás dispuesto a negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguirlo – su palabra, su camino, su instrucción, su ejemplo? ¿O estás satisfecho de haber aprendido todo lo que necesitabas saber? ¿Has aprendido verdaderamente todas las lecciones de esta vida, todo lo que este mundo tiene que enseñarte, todo lo que tiene que ofrecer? Si lo sabes todo, ¿eres un buen profesor, estás dispuesto a guiar a otros con tus palabras, con tu camino, con tu instrucción, con tu ejemplo? ¿Tienes paciencia como Jesús para enseñarnos lo que has aprendido una y otra vez hasta que lo entendamos, lo tengamos claro y podamos repetir tu lección a los demás? ¿Qué podemos esperar aprender de ti? ¿Nos acercará a Dios Padre, nos colmará de su esperanza, nos inspirará a la santidad y nos traerá consuelo eterno? ¿O nos separará más de Dios Padre, nos acercará al pecado y a Satanás, nos llenará de su desesperación, nos desalentará de ser buenos y nos llevará a la condenación eterna? Si eres un buen profesor, ¿sabías que “este mundo que vemos es pasajero” y que este mundo y todo en él cesará de existir y desaparecerá? ¿Sabías que y has llegado a creer con todo tu corazón y comprendiendo que Dios, el Creador del Cielo y la Tierra y de todo lo que existe en ella “…envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él” para que aquellos quienes creen en su Hijo y siguen sus caminos no mueren sino que viven con Dios por siempre? ¿Sabía que y has llegado a creer con toda tu mente y alma que Jesús es “el camino, la verdad y la vida” y que nadie puede llegar al Padre en el cielo y vivir por siempre excepto a través del que dice, “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”? Un buen profesor oraría con total apertura y abandono, “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador” y luego pasa a otros lo que ellos han aprendido. Padre Iván
Tercer Domingo del Tiempo Ordinario