Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, “¿me amas más que éstos?” La tensión entre cuidar de nuestras propias necesidades, preocuparnos por nosotros mismos y seguir a Cristo con un corazón indiviso es la misma lucha con la que se enfrentaron Pedro y los Apóstoles. Luchamos para amar a Jesús como él nos ha amado, para amarlo como se merece, para amarlo porque deseamos amarlo y no porque estamos obligados a hacerlo. Gracias a Dios por su gran amor y paciencia incansable. Incluso, cuando no podemos o no queremos amar a Dios perfectamente, él todavía nos ama perfectamente. Dios nos encuentra donde estamos y nos mueve gentilmente a un mejor lugar, a un mejor espacio, a un mejor amor. El Señor nos ayuda a movernos más allá de nosotros mismos y nos acerca más a él. En su carta “Dios es Amor”, Benedicto XVI usa la conversación entre Pedro y Jesús para explicar la diferencia entre el amor divino y el humano. Jesús habla sobre un amor que es incondicional y una auto ofrenda total de sí mismo, mientras Pedro habla sobre un amor que es cariñoso y fraternal. Jesús dice: “¿me amas más que éstos?” En esta pregunta, Jesús está preguntando “¿me amas más que a todo en tu vida?” “¿Me amas más que a nadie en tu vida?” Pero Pedro responde de manera parece decir, “Señor, tú sabes que me importas y que me preocupo por ti”. Jesús simplemente se encuentra con Pedro donde él está y quiere que anime al pueblo con sus palabras. Jesús le pregunta por segunda vez, “¿Me amas?” Pedro responde de la misma manera que antes pero Jesús anima a Pedro a cuidar del pueblo de Dios y a estar atentos a sus necesidades. En otras palabras, amar al pueblo. Jesús le pregunta por tercera vez, “¿Me amas?” Pedro solo dice: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Sí, Dios sabe todo acerca de nosotros. Nosotros le pertenecemos; somos suyos. Él sabe cuán mucho o cuán poco le amamos, pero ¿no es bueno escucharlo? ¿No es bueno decirlo? No sería grandioso decirlo, te amo, Señor, porque realmente lo decimos en serio; Padre, te amo – Hermano, te amo – Santo Amigo, realmente te amo. El desafío para nosotros aprender cómo pasar del amor humano al amor divino. Buscar el don de Dios y compartir lo que hemos recibido. Tenemos que permitir que Jesús nos alimente con el don del amor divino para que podamos decir verdaderamente “Señor, tú sabes que te amo con todo mi corazón, mi mente, mi cuerpo y mi alma”. Padre Iván
Tercer Domingo de Pascua