“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”. Antes de entrar en el proceso de discernimiento, yo estaba lleno de orgullo y avaricia y tenía un fuerte sentido de independencia. Nuestro clemente Señor me ayudó a ver que yo estaba realmente sediento de su amor y que tenía fuerte deseo de él, pero yo amaba más al pecado que a nuestro Señor. En vez de permitir a Dios saciar mi sed, cavé mis propios pozos buscando felicidad en otros lados, sólo para permanecer, seco, sucio, vacío, insatisfecho, sediento. Desafortunadamente esta es la condición humana. Buscamos la felicidad en los lugares equivocados. Buscamos por otra cosa que no sea la Fuente para refrescarnos. Nos ensuciamos cavando pozos que sólo se convierten en hoyos vacíos. Pero gracias a Dios – él nos refresca y sacia nuestra sed con su amor. Dios quiere limpiarnos, lavar nuestros pies, purificar nuestras mentes, limpiar nuestros corazones. Él quiere limpiar nuestras almas para que el río del amor de la Trinidad una vez más fluya en nosotros. Solamente Dios puede satisfacer nuestras necesidades, solamente Dios puede satisfacer todo lo que esperamos y necesitamos. O Señor, aunque podamos a veces estar llenos de orgullo y un fuerte sentido de independencia, nunca dejes de trabajar por nuestro amor. Mientras más perdidos estamos, más deseas encontrarnos y sanarnos. Señor, estamos sedientos por tu amor pues solamente tú puedes saciar nuestra sed. Guíanos Señor a tu Santa Fuente. Danos de beber eso que nos lleva a morir a nosotros mismos y nos preserva de buscar pozos que no nos refrescan. Oh María, Madre de la Palabra de Vida, Madre del río que fluye del Padre a través del Hijo, en el Espíritu; ayúdanos a mantenernos firmemente arraigados por ese río de amor, puesto que solamente esta agua puede saciar nuestra sed de amor. Puesto que solamente esta agua puede saciar el deseo de una intimidad más profunda con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. “Señor, tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed… Dame de beber.” Padre Iván
Tercer Domingo de Cuaresma