“El Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”. El Espíritu Santo es el don clemente de Dios, puesto que Dios se derrama y se entrega a sí mismo como gracia, como don, como Dios.  El Espíritu Santo viene a enseñar, a corregir, a inspirar, a recordar. Él clementemente da lo que se necesita en momentos de gran prueba, en tiempos de adversidad, cuando más somos tentados. Simplemente tenemos que rendirnos y cooperar con la gracia de Dios, sus dones, su Espíritu Santo.  Jesús nos advierte que es posible rechazar la gracia de Dios, de decir que no a su favor, rehusar su bendición, ignorar su ayuda. El Espíritu Santo está vivo y mora en nosotros. No rechaces sus dones o su ayuda. Él es nuestro Señor, nuestro Amigo, nuestro Dios. María nos enseña cómo recibir gozosamente la gracia de Dios, escuchar su voz, estar quietos, estar en silencio y recibir abierta y voluntariamente el amor de Dios. Con qué frecuencia deseamos que los Evangelios nos cuenten más sobre la vida de María. Pero si miramos de cerca y escuchamos más atentamente, podemos llegar a saber que Dios ha revelado todo lo que necesitamos saber de María. Todo en su mayoría en el silencio de su corazón. María está siempre abierta a la gracia de Dios, receptiva de Dios, de su Hijo, de su Espíritu. María siempre coopera con Dios, con su Voluntad, con su Plan, con su Gracia. María está llena de bondad. Llena del amor de Dios, de sus Dones, de su Espíritu. María nos enseña a simplemente decirle sí al Señor. A siempre decirle sí al Señor. A solamente decirle sí al Señor. Cuando se rompe el silencio de María, lo que dice al Señor, nos lo dice a nosotros y nos ensena todo lo que necesitamos saber acerca de María. Cuando ella dice: “Yo soy la esclava del Señor” ella nos revela que ella es la fiel sierva de Dios. Cuando dice: “Cúmplase en mí lo que me has dicho” ella nos muestra apertura al plan de Dios. Cuando ella proclama la grandeza del Señor, ella nos muestra cómo Alabar a Dios por sus abundantes dones. En el encuentro en el templo, ella nos enseña a buscar a Dios sin descanso hasta que lo encontremos y lo llevemos a casa con nosotros. En la fiesta de bodas en Caná, ella nos enseña a cumplir la voluntad de Dios. Y al Pie de la Cruz, ella nos enseña a orar en silencio, a sufrir en silencio, a permanecer humildemente enfocados en Cristo y a compartir su gran obra por nuestro amor y redención. Quédate con María, ora con María, guárdala en silencio en tu corazón. Padre Iván