“Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza.” La esperanza es un regalo tan precioso de Dios. La Iglesia nos enseña que la esperanza “es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra.” Lo que significa que deseamos a Dios, esperamos más que nada el morar con él en el cielo por siempre porque eso nos hará realmente felices. Entonces, ¿Qué es lo que esperas, lo que verdaderamente esperas? ¿Cuál es la promesa que esperas, la expectativa que quieres que se cumpla, el sueño que deseas se haga realidad? Esperamos por tantas cosas. Espero pasar el examen del colegio de abogados, espero poder terminar la secundaria, espero obtener un carro nuevo, espero que me den el promoción que merezco, espero que mi esposa no esté enfadada conmigo, espero que él recuerde de recoger los niños, espero que la Misa sea rápida hoy, espero que cancelen la escuela, espero que ganemos el juego, espero que ella se caiga de bruces, espero que nadie se dé cuenta, espero que ella diga que sí, espero que él diga que no, espero que esté en especial hoy, espero que estén seguros, espero que mis padres nunca lo descubran, espero que no llueva, espero que no esté frío, espero que este día nunca termine. Esperamos por tantas cosas. Nuestras expectativas son tan altas. Deseamos tantas coas. Pero, ¿estamos poniendo nuestra esperanza y confianza en lo que realmente cuenta? ¿Estamos esperando por lo que realmente nos importa más? El Tiempo de Adviento es una buena temporada de esperanza y expectativa; una gran temporada de espera y anticipación, una gran temporada de oración y preparación. Esperamos en esperanza gozosa por el cumplimiento de la promesa del Padre de enviar a un Pastor, a un Rey, a un Mesías, a un Salvador a librarnos de la esclavitud del pecado y para salvarnos de las ataduras de la muerte. Esperamos por su venida, la anhelamos, estamos deseosos de ella, confiamos que él vendrá. Durante este hermoso tiempo y sagrada temporada, en vez de ocupar cada pensamiento, cada momento, cada oportunidad con una oferta, un especial, o con el mejor precio – vamos a retornar al sagrado silencio, al momento de paz, a la oportunidad de orar, de renovar nuestra esperanza en lo que realmente importa más que es prepararnos para Cristo para que nos traiga el regalo de amor y la promesa de salvación eterna.
Primer Domingo de Adviento