Hay un demonio que los primeros cristianos contaban entre los más mortíferos: Acedia. Es un espíritu del que no hablamos….y él lo prefiere así. Este es el demonio que se especializa en la mediocridad y la comodidad. Su objetivo es asegurarse de que nunca progresemos en la vida espiritual y no logremos la grandeza para la que fuimos creados. San Tomás de Aquino define la acedia como “dolor por el bien espiritual”, es decir, es una pereza y una tristeza en el corazón humano cuando reconoce su responsabilidad ser santo. La acedia es el demonio que dice: “Eso es demasiado difícil” o “Alguien como tú nunca podría ser santo”. Hay dos formas principales que el demonio de Acedia usa. Primero, desenterrando pecados de nuestro pasado para avergonzarnos y resentirnos. Acedia nos recuerda constantemente cómo debemos mejorar en la escuela secundaria o en la universidad; todos los pecados mortales que cometimos. La otra arma en su arsenal es hacernos innecesariamente ansiosos por eventos futuros. Nuestras mentes se consumen con preocupaciones sobre cosas que no han sucedido: “¿Qué pasa si mi hijo crece y se mete en problemas?” “¿Qué pasa si la gente descubre lo que he hecho?” “¿Qué pasa si no consigo el trabajo que solicité?” “¿Qué pasa si mi cónyuge me engaña?” “¿Y si … ¿Y si … ¿Y si …?” Podemos pasar horas atrapados en nuestras mentes gastando energía preocupándonos por cosas que ni siquiera son reales. Estos pensamientos nos fatiga mental y espiritualmente, lo que nos lleva al agotamiento y la irritabilidad. Pero la acedia aún no ha terminado. Después de tentarnos con vergüenza por nuestro pasado o ansiedad por nuestro futuro, ofrece un escape. Este escape puede tomar muchas formas: tecnología, Netflix, redes sociales, pornografía, alcohol, drogas, carrera… Acedia ofrece todas estas cosas como un medio para curar nuestras heridas y los miedos. Al final, nos quedamos vacíos cuando volvemos a los pensamientos que intentamos evitar y el ciclo comienza de nuevo. Algunas personas permanecen atrapadas en esta forma de pensar durante años sin madurar ni progresar realmente en la vida intelectual o espiritual. Una nota final sobre el demonio de la acedia es que hará todo lo que esté en su mano para hacernos sentir cómodos. Esto es especialmente cierto en respecta a nuestra fe católica. Al demonio de la acedia no le importan los católicos practicantes, pero odia a los santos. Mientras sigas con los movimientos, él ha ganado; estás fuera del juego. Las personas de rutina no son una amenaza para Satanás. Las personas que se esfuerzan por mejorar, aprender y cambiar son las más peligrosas para el reino del mal. La mejor forma de combatir el demonio de la acedia es evitar poner nuestra fe en el piloto automático. Necesitamos involucrarnos activamente en el catolicismo y buscar crecer constantemente. Sólo entonces podremos convertirnos en lo que más teme el demonio…un santo.