“Aquí Tienes a Tu Madre”
“Aquí tienes a tu Madre” (Jn 19,27). Juan, el discípulo amado, es dado a María como hijo y María es dada al discípulo amado como madre. ¿Cuál es el significado de esta adopción? Hasta ese momento, el corazón de María había sido aplastado y quebrantado al ver cómo asesinaban a su Hijo. Ahora, la razón detrás de tal aflicción es aclarada. El aplastamiento del corazón de la Madre ha sido para su renovación y expansión; una reformación de su Maternidad para abrazar a todos los hijos de Dios representados en la persona de Juan. Ahora ella, la Inmaculada que accedió sin descanso a la misión de Dios, se convertirá en modelo y patrona de todos aquellos que se esfuerzan por amar a su Hijo. Por fin la vocación de Nuestra Señora es plenamente revelada. Ella no es simplemente la madre biológica de Jesús. Su rol en el cristianismo es mucho más radical. Dados uno al otro como una ofrenda, la Madre y el discípulo deben amarse mutuamente. En la cruz, Cristo deja claro que una relación con su Madre no es una opción para sus discípulos; ella fue esencial para su vida y así lo será para todos los que desean seguirlo. La devoción a María, conocerla y amarla, no es una obscura práctica inventada del catolicismo medieval; es una actitud cristiana elemental. Intrínsecamente ligado al testimonio de la muerte de su Hijo y a la recepción de la voluntad del Padre para con Él en la cruz, está el corazón virginal de María, que proveyó una morada para Dios, y ahora provee una morada para toda la humanidad. En las palabras de Nicolás de Biard, “Cuando ella [María] se detuvo frente a la cruz, fue toda la Iglesia que se detuvo allí en ella”. Ella es nuestra Madre, la Madre de la Iglesia. En estas últimas semanas de reflexión, he intentado profundizar nuestra apreciación del rol de la Santísima Virgen María en la historia de la salvación. Sobre y en contra de la presentación miope y anticristiana de María como nada más que la madre terrena de Jesús, hemos visto, a través de una reflexión profunda y seria de la Sagrada Escritura, que el rol de esta mujer va mucho más allá de dar a luz al Señor (aunque eso por si solo debería ser suficiente para honrarla). La Virgen es una parte integral de la misión de Cristo. Con Sus últimos respiros, Jesús exclama: “Aquí tienes a tu madre”. Estas palabras de Nuestro Señor son suficientes para mí. Contemplaré a tu madre, oh Señor. Contemplaré a esta mujer que te tuvo y te contempló a Ti primero esperando que, por Tu gracia, yo también pueda dignamente llamarla mi madre, María… Madre de Dios.