¿Qué significa sacrificar? Para muchos de nosotros, sacrificar significa “renunciar a algo” o hacer algo que no nos gusta, como “sacrificar” el chocolate durante la Cuaresma. Sin embargo, esta no es la definición adecuada. La palabra “sacrificio” viene de dos palabras latinas, sacra (santo) y facere (hacer). “Sacrificar”, por lo tanto, significa literalmente, “santificar algo”. La semana pasada mencionamos que nuestro rol en el mundo es unirnos a Cristo en su sacrificio de alabanza al Padre. Ahora, con una correcta comprensión de la palabra “sacrificio” podemos sumergirnos más profundamente en el misterio de lo que este rol implica.
La Carta a los Hebreos es el texto más rico espiritualmente con respecto a la misión sacrificial de Jesús. Es en esta escritura que escuchamos a Cristo referido como el “gran sumo sacerdote, que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo” convirtiéndose en “un ministro del santuario y del verdadero tabernáculo construido no por manos humanas, sino por la mano del Señor” (Hebreos 8:1-2). ¿Qué es este “verdadero tabernáculo” del que Cristo es el primer ministro? Es Su propia persona. El Cuerpo Resucitado y Ascendido del Señor es el verdadero tabernáculo. A través de Su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión, Cristo ha sacrificado toda la creación dentro y a través de Sí mismo. En otras palabras, Él ha consagrado definitivamente todas las cosas que una vez fueron rotas por el pecado, llevándolas a una comunión activa con el Padre en la vida del Espíritu Santo. Las corrientes de sangre y agua que fluyeron del costado traspasado de Cristo en la cruz han bautizado y consagrado la creación como un testamento eterno de la bondad de Dios. Como nos recuerda tan bellamente San Jerónimo: “¿No sabemos que caminamos sobre una tierra que ha sido calentada por la sangre de su Creador? ¡Cuántas veces olvidamos este hecho tan extraordinario!
Sin embargo, esta actividad sacrificadora de Jesús no es un espectáculo de un solo hombre. Más bien, Él nos incorpora a esta acción salvífica permitiéndonos participar activamente en ella a través de la Iglesia. Y con esto llegamos al corazón del tema. No hay mejor manera de participar en la actividad salvadora de Cristo que la Eucaristía. La Santa Misa es referida propiamente como un “sacrificio”. No es simplemente un banquete o una bella cena conmemorativa. Es un sacrificio vivo del Cristo vivo; un perpetuado “santificar” del mundo por el acto singular de salvación que Él ha efectuado en la cruz. A partir de la próxima semana, vamos a reflexionar sobre los diferentes aspectos de la Misa y cómo revelan la actividad sacrificial de Cristo en Su Iglesia.