“Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra”. Nuestras vidas espirituales se desarrollan al ritmo del Año Litúrgico. Vivimos en concierto con los cambios de sus Temporadas mientras celebramos el nacimiento del Cristo Niño, celebramos nueva vida a través de él, honramos su Pasión y Muerte, luego celebramos el gozo de su Resurrección, de su Ascensión al Cielo y esperamos su gloriosa venida. Nuestras vidas parecen seguir un patrón similar. La Navidad nos trae el gozo de algo nuevo. Un nuevo día, una nueva vida, un nuevo año, nuevas posibilidades, un fresco nuevo comenzar. El Tiempo Ordinario nos brinda la oportunidad de aprender más, de crecer más, de desarrollar y formar mejor nuestra espiritualidad, nuestra fe Católica y nuestra identidad Cristiana. La Cuaresma, por otro lado, es una temporada para desacelerar el paso y exteriorizar menos  e ir más hacia  interior. Es un momento para desprenderse más, para orar más, para reflexionar más y para reevaluar nuestras vidas. Es una gran oportunidad para echar un vistazo introspectivo dentro de nuestros corazones y dentro de nuestras vidas y determinar qué es perjudicial y no es útil para nuestras vidas espirituales. Es una oportunidad para dejar ir. Ser despojado de las cosas que nos distraen, que dañan nuestro crecimiento espiritual y que nos impiden vivir más plenamente nuestro vivir y morir en Cristo. Es el tiempo definitivo del año para negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir a Jesús a Jerusalén. Es allí dónde estamos de duelo y sufrimos la herida, el dolor y los efectos de nuestro pecado. Es un momento de gozosa esperanza y gozosa expectativa al pensar en ser transformados a través de la gracia de Dios en el Cristo resucitado. En una nueva creación y en la nueva vida. Concluimos el año al echar una mirada retrospectiva a medir como que tal lo hicimos. Identificamos lo que necesita cambiar y determinamos si estamos mejor preparados para el momento en que Cristo venga nuevamente en toda su gloria. El año entero es ciertamente importante y crítico para nuestra jornada espiritual. Pero de manera especial, mantenemos la Semana Santa Cerca de nuestros corazones como la parte más sagrada del Año Litúrgico y la Temporada de Gracia. Está en el corazón de nuestra fe cristiana. En la institución de la Sagrada Eucaristía, llegamos a comprender la fuente y la cumbre de nuestra fe. Jesús literalmente se está convirtiendo en comida para nosotros. No solo comida espiritual sino “Verdadera Comida y Verdadera Bebida” para la jornada. Al entrar en este nuevo año, hagamos cada día un nuevo día, un nuevo comienzo, una nueva vida en Cristo. Padre Iván