Etimología y Definición
La semana pasada, terminé mi artículo afirmando que San Justino, “nos enseña que el catolicismo no representa una amenaza al intelectualismo”. Antes de seguir examinando las vidas de pensadores específicos en la historia de la Iglesia, creo que esta afirmación necesita una reflexión y explicación más profunda, especialmente considerando el hecho de que muchas personas en la sociedad secular e incluso dentro del propio cristianismo creen que hay una oposición inherente entre la fe y la razón. Cuando decimos que alguien es “inteligente” o “intelectual”, inmediatamente lo igualamos con una persona que conoce muchos hechos, información y datos. La persona inteligente es la que puede memorizar las cosas impecablemente, resolver problemas matemáticos complexos, completar labores médicos difíciles. Médicos, abogados, astrofísicos; todas estas personas son “inteligentes” porque saben cosas complexas. Pero esto no es una comprensión adecuada del intelectualismo. Las computadoras saben muchas cosas también. Pero sin embargo, hesitaríamos en llamarle “intelectual” a una computadora. Esto se debe a que el ser intelectual es una actividad distintivamente humana que implica más que la mera adquisición de hechos. Así que la pregunta permanece: “¿Qué significa ser ‘intelectual’?” Empecemos por la etimología. La palabra intelectual proviene de dos palabras latinas, inter que significa “entre” y leg que significa “reunir o recolectar”. Por lo tanto, ser intelectual es ser alguien que “reúne o recolecta en el entremedio”. Las personas humanas existen como seres “en el entremedio”, es decir, somos seres que no son los creadores de nuestro propio origen ni del origen de la realidad en sí. Nacemos en el medio de las cosas, en una historia que nos precede, un presente que nos llama y un futuro que nos está ocultado. Por lo tanto, el paso fundamental de ser intelectual es ser quien reconoce la tensión de esta “entreidad” y entra dinámicamente en relación con ello. En pocas palabras, una persona que está totalmente engranado con la realidad tal como es. Si somos personas genuinamente engranadas con lo real, notaremos inmediatamente que hay mucho más en el mundo que hechos y datos. Esta es la razón por la que la aserción del cientificismo militante de que toda la realidad puede ser explicada por exámenes y pruebas físicas es insatisfactoria e incompleta. Mucho de lo que el ser humano desea queda sin satisfacer hasta por las explicaciones científicas más sofisticadas. En fin, como nos recuerda el filósofo francés Gabriel Marcel, “la realidad no es un problema a ser resuelto, sino un misterio a ser vivido”. La próxima semana continuaremos nuestra reflexión sobre el auténtico intelectualismo y por qué los pensadores y santos de la Iglesia Católica merecen el título de verdaderos y grandes intelectuales.