Por: St. Justino, Filosofo & Mártir
Para empezar nuestra serie sobre los grandes intelectuales de la historia de la Iglesia, reflexionaremos sobre el diácono y mártir del siglo II, San Justino. Nacido alrededor del año 100 d.C., Justino creció en la región de Samaria (actualmente Israel/Palestina). Cuando era joven, se familiarizó con varias escuelas paganas de filosofía griega, convirtiéndose en un ilustrado filósofo y orador público. Sin embargo, a pesar de su éxito y brillantez, el joven samaritano seguía insatisfecho. Un día, mientras caminaba por la orilla del mar, perdido en sus pensamientos, se encontró con un anciano. Empezaron una conversación en la que Justino compartió su desilusión con el mundo de los pensadores griegos y su esfuerzo para encontrar un propósito en la vida. El anciano le dijo a Justino que nunca encontraría la felicidad obteniendo conocimientos y logros simplemente humanos. En fin, hay un doler en la entraña de nuestro ser que sólo puede ser extinguido por una verdad más elevada, una verdad fundamental. Antes de partir, el anciano reveló que era cristiano e sugirió a Justino a orar y pedir por la luz de la sabiduría para que sus ojos pudieran abrirse a la libertad de la verdad. Este fue un momento crucial en la vida de Justino. Se hizo cristiano e inmediatamente empezó a utilizar sus dones intelectuales para traer a los demás a la fe católica. Fundó una escuela en Roma donde enseñó la ” filosofía verdadera ” de la salvación. Luego, su fama como maestro y predicador se extendió rápidamente. Fue en esta época que Justino produjo su obra maestra filosófica titulada La Apología (de la palabra griega apologia que significa “defensa de la razón/lógica”). Dirigida al emperador romano Antonius Pius y a sus hijos adoptivos Marcus Aurelius y Lucius Verus, esta obra buscaba defender la fe católica como la plenitud de la verdad. Además, presentó argumentos sofisticados que explicaban y extrapolaban la religión cristiana y sus sacramentos, particularmente la Eucaristía. En fin, la influencia de Justino se hizo tan poderosa que el emperador lo encarceló por ser católico. En su juicio, se ofreció a él y a varios compañeros la oportunidad de ser liberados si ofrecían sacrificios a los dioses paganos. Se negaron hacerlo. Ante esto, el oficial romano en cargo de su juicio, dijo: “Si no obedecen, serán torturados sin piedad”. A esto, Justino respondió: “Ese es nuestro deseo, ser torturados por nuestro Señor Jesucristo, y así salvarnos”. Justino fue decapitado en 165 DC, pero su influencia permanece en la historia del Occidente. Fue uno de los primeros pensadores de la civilización occidental en revelar que la fe cristiana coopera plenamente con la razón. Más aún, nos enseña que el catolicismo no representa una amenaza al intelectualismo, sino que más bien profundiza y refina la razón humana llevándola más allá de sí misma hacia un resplandor más profundo.