Santa Catalina de Alejandría
Para seguir nuestras reflexiones sobre los grandes intelectuales de la Iglesia, nos dirigimos a la brillante y valiente Catalina de Alejandría. Nacida en Egipto en el año 287 d.C., Catalina era hija de un gobernador romano que administraba la región de Alejandría. Desde muy joven, se dedicó intensamente a los estudios, siendo prontamente reconocida por sus talentos en retórica, lógica y filosofía. Antes de cumplir los 18 años, Catalina ya se había convertido en una erudita realizada. Aunque fue criada como pagana, se convirtió al cristianismo a la edad de 14 años. En el año 305 d.C., el emperador Maxencio empezó una feroz persecución a los católicos. Catalina decidió reunirse personalmente con el emperador y condenar sus acciones. Maxencio vio la visita de Catalina como la oportunidad perfecta para avergonzar a la religión cristiana y revelar su irracionalidad. Convocó a 50 de los eruditos y científicos más cultos del Imperio para desafiar a Catalina en un debate. La joven de 18 años se mantuvo sin miedo ante la corte romana. El Emperador no tenía idea con quién estaba tratando; esta mujer no sería intimidada por sus eruditos o ejércitos. Debatió durante horas. Para asombro del Emperador y de la nobleza romana, esta joven mujer demostró ser más inteligente que cualquiera de los eruditos del imperio. La argumentación de Catalina fue elocuente, precisa y racional. Muy pronto, cada uno de los 50 eruditos admitió públicamente su derrota, incapaces de competir con el conocimiento de la joven. Varios de ellos también se convirtieron de inmediato al catolicismo, admitiendo la verdad de Cristo. El Emperador, enfurecido en su humillación, ordenó inmediatamente que fuera torturada. Catalina fue azotada hasta que su carne estuvo a punto de ser arrancada y luego arrojada a la cárcel donde permaneció por 12 días. Durante su encarcelamiento, unas 200 personas fueron a visitarla para pedirle consejo y admonición. El emperador le dijo a Catalina que renunciara a su religión o que sufriera los dolores de la muerte. Ella se negó. Maxencio ordenó su ejecución por medio de una rueda de púas que aplastaría sus huesos. Pero, cuando Catalina tocó la rueda, se rompió. Luego fue sentenciada a ser ejecutada por decapitación. Catalina dio la bienvenida al verdugo con una suave sonrisa, sometiéndose voluntariamente a su espada. Murió en el año 305 d.C. a la edad de 18 años. Hasta hoy, la vida de Santa Catalina sigue siendo un ejemplo del genio católico. Los 50 eruditos que desafiaron a Catalina pensaron que eran hombres racionales y cultos, como muchos de los ateos anticatólicos militantes y agnósticos de nuestros días. Sin embargo, al final, sus argumentos son insatisfactorios. Oro para que más católicos sigan el ejemplo de esta joven mujer estudiando la brillantez de la fe católica. Los ateos militantes y el cientificismo irracional no pueden tener la última palabra. Catalina no lo permitió y nosotros tampoco debemos permitirlo.