Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. Nuestro bautismo es un día importante en nuestra vida espiritual y una parte importante de nuestra jornada espiritual. Es la entrada al corazón del Padre, la puerta del cielo, el portal a la vida eterna. Es entonces que nos convertimos en amados hijos de Dios, miembros de su sagrada familia, herederos de su Reino. Compartimos en las bendiciones de Cristo, las gracias el Espíritu Santo, la misericordia de Dios. Es una fecha de gran importancia. ¿Conoces la fecha de tu bautismo? ¿Lo has celebrado? ¿Entiendes el regalo que se te ha dado? Tomemos un momento para reflexionar en el regalo de ese día especial. Desconéctate de todo el ruido circundante. Despréndete de todas las posibles distracciones. Entra en el silencio y luego entra en la escena. ¿Cómo se ve la iglesia de tu bautismo? ¿Conoces el nombre de la iglesia? ¿Le has orado a ese santo? Cuando el sacerdote pregunta, “¿qué nombre le quieren dar a este niño?” ¿Qué nombre te dieron? ¿Alguna vez te has trazado la cruz en tu frente que te dieron en el bautismo mientras fuiste revindicado para Cristo? ¿Puedes sentir todavía la sensación tibia y el efecto calmante del Aceite de la Salvación aplicado en tu pecho para sanar las heridas causadas por el pecado? ¿Has aceptado tus promesas bautismales de creer en Dios y rechazar a Satanás y todas sus obras y a todas sus promesas vacías? ¿Crees en Dios? ¿Rechazas el pecado? Pasa un momento reflexionando en la oración usada para bendecir el agua que te trajo el perdón de los pecados y las promesas de la vida eterna. “Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente, para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida”. También reflexiona por un momento en la oración usada para ungirte con el Santo Crisma. “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, os consagre con el Crisma de la salvación para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, para que puedas vivir siempre como miembro de su cuerpo, compartiendo la vida eterna”. Dios nos ha bendecido verdaderamente. ¿Le has dado las gracias a Dios por salvarte? “Los que en Cristo habéis sido bautizados, de Cristo os habéis revestido. Aleluya, aleluya”. Padre Iván