“En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.” ¿Alguna vez te preguntaste cuáles son tus dones verdaderos? ¿Esas cosas que ayudan, que son útiles y de algún beneficio para ti o para los demás? No tus destrezas o fortalezas, no tus habilidades o capacidades, no cuán rápido puedes correr o cuán exitoso puedes ser, ciertamente no tu buena apariencia ni tu exorbitante cantidad de dinero sino tus dones verdaderos que solamente pueden venir de Dios. Los dones de gracia que Dios tan clementemente ha derramado en tu corazón para dar gloria y alabanza a su nombre. Los dones que Dios te ha dado desde el principio de los tiempos para ayudarte a guiar a otros a la salvación y en el proceso de salvar a otros salvar tu propia alma. Los dones de Dios reservados especialmente para ti para que puedas ser como el Señor en todas las formas, imitándolo en palabra y obra para que puedas ser el don del Señor para los necesitados. Ciertamente tienes esos dones pero, ¿sabes cuáles son? Cuando pensamos en la Iglesia y cómo Dios la ha amado, podemos meditar en el amor de Dios, que es su don más asombroso, y contemplar todas las formas en que nos ha dado su amor. Dios nos ha dado el don de sí mismo. Imagina a los pobres pecadores que somos que podemos invocar el nombre del Señor cuando estamos necesitados. Podemos realmente llamar a Dios nuestro Padre y él está muy feliz de reconocernos como sus hijos amados. El don de Dios de inclinarse para escucharnos. Qué don tan asombroso. Dios realmente nos escucha incluso cuando nos quejamos todo el tiempo. El don del Hijo que ha dado su vida por nosotros. Nos ha traído el perdón de los pecados, ha restaurado nuestra inocencia, nos ha dado vida eterna. Y el don del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones inspirándonos, animándonos, sacándonos de la oscuridad a la maravillosa luz y gloria de Dios. Ciertamente, con esos dones no necesitamos nada más. ¿Quién querría algo más que Dios? ¿Quién necesitaría algo más que Dios? Pero Dios continúa dando buenos dones en súper abundancia. Bendito sea Dios y su Sagrada Familia, Jesús, María y José. Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Bendito sea Dios en las Sagradas Escrituras, en sus Sagrados Sacramentos, en su Sagrada Iglesia. Y aún te da más. Tu mente, corazón, cuerpo, alma, espíritu, sentidos, intelecto, libertad, oración y voluntad para que puedas amar a Dios con todo tu ser. Dios es el verdadero don que mora dentro de ti. Padre Iván
Domingo de Pentecostés