Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Oh Señor, te amo, creo en ti, te adoro, espero en ti – Jesús, en ti confío. En ti vivo, en ti estoy vivo, en ti tengo vida eterna. Ayúdame querido Señor, a mirarte con ojos sacramentales, con ojos espirituales, con los ojos de mi corazón para que yo pueda verte al Partir el Pan; para que yo pueda verte en todo, en cada persona, en cada lugar. Ayúdame a verte con ojos amorosos para que pueda verte y saludarte en todos los hijos de Dios. Ayúdame a verte en tu creación para que pueda mirarte con admiración y asombro. Ayúdame a verte tal como eres; puro, santo, bueno, amoroso. Ayúdame, querido Señor Resucitado a que te experimente con corazón monástico para que pueda amarte como tu me amas; incondicionalmente, incesantemente, desinteresadamente. Ayúdame a recibir el regalo de tu amor cada vez más profundamente para que pueda amarte en todo lo que experimento, en todos los que conozco, en todo sitio al que voy. Ayúdame a amar como lo haces tú como amas a tu creación, tu belleza creada, la imagen en la que fui creado. Ayúdame a creer como crees tú, a confiar como tú, a amar como tu Padre clementísimo, Hermano amoroso, Amigo tierno. Te amo y te agradezco por la gracia de orar, de ser, de ver, de sentir, de pensar, de ministrar, de predicar, de creer, de confiar. Gracias Señor por la gracia de amar y de ser amado por ti. Oh dulce Madre de nuestro Salvador Resucitado, dulce Madre de la Divina Misericordia ayúdanos a conocer a tu Hijo Amado más íntimamente, a amarle más profundamente, a servirle más fielmente, a creer en él y a confiar en él con la inocencia de un niño. Ruega por nosotros Hermosa Señora para que experimentemos la gracia de entregar plenamente nuestras ansiedades, preocupaciones, temores y simplemente decir desde la profundidad de nuestros corazones con una nueva confianza: ¡Jesús, en ti confío! Padre Iván
Domingo de la Divina Misericordia