“Cristo vino para anunciar la buena nueva de la paz, tanto a ustedes, los que estaban lejos, como a los que estaban cerca.” Amo la paz. El tipo de paz que es inquebrantable imparable, eterna. El tipo de paz que evoca la grandeza del Señor en el interior del alma de uno y da serenatas en el interior de uno con un himno de sagrada libertad, serenidad, tranquilidad, alivio. El tipo de paz que resuena en lo profundo dentro de un corazón que ha sido liberado, perdonado, refrescado, sanado, restaurado, renovado. El tipo de paz dentro de la mente de uno que ha sido iluminado, purificado, limpiado a fondo completamente. Amo este tipo de paz, la paz verdadera, la paz sagrada y eucarística que solo Cristo puede traer y que solo él puede dar. El tipo de paz que se extiende a todos, a cada uno, a cada persona pero de una manera plena, especial, íntima y personal para los pobres y a los que están abatidos. Para aquellos que están enfermos o sufren constantemente. Para aquellos que están acongojados o dudan que la paz existe o que incluso sea posible. Para aquellos que todavía lloran o siempre se sienten tristes. Para aquellos que están en dolor crónico o que están afligidos en alguna manera o en todos los sentidos. Para aquellos que están viviendo en completa oscuridad o viven en un constante estado de desesperación o depresión. Para aquellos que están desanimados o desilusionados de la fe, de la familia, del trabajo o de la vida. Amo la paz que está en Cristo, que solo él puede dar, que solo él puede extender a los pobres pecadores. Amo la paz que es Cristo, la paz que es nuestra, la paz que Jesús comparte alegremente con todos nosotros. Amo la paz de Cristo. Necesito su paz constantemente, siempre, todos los días, en cada momento, en cada situación y en cada conversación. Anhelo su paz, yo deseo su paz, yo espero su paz siempre. La paz de Cristo nos ayuda a mirar profundamente dentro nuestro y con paciencia a aquellos que odian o que nos han perjudicado. Nos inspira a actuar de manera diferente con aquellos que son siempre negativos o que buscan desafiarnos negativamente, influenciarnos o cambiarnos. La paz de Cristo es la fuente de fuerza divina y de gracia divina. Nos ayuda a vernos con ojos cariñosos, como Jesús, a las personas difíciles y que nos oprimen y para ser como Jesús en momentos que son difíciles. En la paz de Cristo tenemos el poder de permanecer en silencio en situaciones desagradables, la gracia para ser humildes en situaciones de rechazo, la fortaleza para ser paciente en las persecuciones, la valentía para para ser amorosos y orar siempre. Que este tipo de paz, la paz de Cristo reine y permanezca en nuestros corazones siempre. Padre Iván
Decimosexta Domingo del Tiempo