“Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz…” Mi espíritu a través del día está en una constante misión de amor. Está en una perpetua búsqueda de lo sagrado, con una expectativa cada vez mayor de lo divino, constantemente buscando el rostro de Dios con esperanza y gran anticipación, orando para estar en su Santa presencia, anhelando escuchar su voz en las profundidades de mi corazón, en el silencio de mi alma, en la quietud de la noche. Yo anhelo a Dios a través del día. Anhelo su presencia todo el tiempo. Anhelo su paz siempre. Y la paz de Dios, la paz que nadie más puede dar, la paz perfecta que no se puede encontrar en ningún otro lugar, la paz eterna que nos trae libertad verdadera y eterna y nos llena con la inmensidad del gozo, esa paz es el deseo último y firme de mi alma, por lo que mi corazón más gime y llora, el estado de ánimo que mi mente necesita seriamente y en el que espera estar, la dolorosa aflicción que mi pobre cuerpo reza para alcanzar algún día. Paz, Paz, Paz Siempre. El desafío de paz siempre en cualquier día dado, en cualquier momento dado, en cada oportunidad es el ataque constante de la “distracción” a lo largo del día. Es una persecución incesante para distraernos de nuestra misión, de nuestras esperanzas, de nuestro destino al confundirnos con mentiras, al seducirnos para alejarnos de la Verdad, al arrancarnos de Dios. Distracción quiere toda nuestra atención; él quiere consumir todo nuestro tiempo; cada segundo, cada momento. Distracción es egoísta de esa manera. A él no le importa; a él no le importamos nosotros; a él no le importas tú, él no lo hace por mí, a él no le importa. Distracción solo quiere consumir nuestro tiempo, cada momento, todo nuestro tiempo, todo el tiempo sin preocupaciones ni vacilaciones. Es egoísta de esa manera. Distracción se pone tan envidioso cuando la atención no está en él. Es envidioso de nuestro amor por Dios. Se molesta por nuestro llamado al discipulado. No está contento con nuestro deseo de santidad o nuestro compromiso con el ministerio o nuestro amor por la oración. Distracción haría o diría cualquier cosa para llamar nuestra atención, completa, cada segundo, cada momento por medio de alejarnos de Dios. Al hacernos mirar a otro lado, a mirar hacia otro lado para encontrar la felicidad. Al robarnos de la paz para la que fuimos creados y que anhelamos al desviar nuestra atención de Dios, alejándonos de la presencia de Dios. Cuando escuches a Distracción, simplemente dile: “Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz…” Padre Iván
Decimoquinto Domingo del Tiempo