“Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá”. La imagen del Señor golpeando la puerta de nuestros corazones me inspira y en ocasiones puede conmoverme hasta llorar. Pero el Señor no puede entrar si la puerta está trabada. No hay manubrio en el exterior. La única manera es abrir la puerta desde adentro. Ciertamente, Dios es omnipotente y todopoderoso y podría fácilmente empujar para abrir la puerta o pasar a través de ella. Pero nuestro Señor es amoroso, gentil y amable. Él nunca forzará su paso, sino que acepta tu amorosa invitación a venir a cenar contigo en tu corazón, para orar contigo en tu corazón, para intercambiar esperanza y amor y sanación contigo, en tu corazón, para que él pueda ofrecerte su gracia, su misericordia, su paz en tu corazón. El reto para nosotros es que preferimos no pensar en nuestros corazones o incluso mencionar que tenemos uno. Para algunos, el corazón es un tema, un asunto, un lugar delicado. Puede que haya sido robado o roto, usado u olvidado, herido o quebrado en dos. O tal vez simplemente decidimos que por cualquier razón nos mudamos fuera de nuestros corazones y preferimos vivir en un mundo que es rápido, agitado, ajetreado, ruidoso – en un mundo que está desprendido de la oración, dominado por la tecnología, famélico espiritualmente, personalmente insociable. Ese ruidoso mundo busca llenar cada minuto con más cosas – ocupar todo el tiempo sin dejar espacio para la tranquilidad, el silencio, la paz – sin lugar o tiempo para Dios. Ese mundo rápido, agitado, ajetreado, ruidoso ahoga la voz de Dios quien clementemente nos invita a pasar el tiempo tranquilo que tanto necesitamos, con él en oración, en el silencio de nuestros corazones para que podamos compartir en el gozo, el amor, la paz para la que fuimos creados. Entonces, por favor considera estos pasos para acercarte a Dios y entrar más plenamente en su paz. Está atento en la oración al colocarte en un lugar tranquilo para poder evitar todas las distracciones para que puedas escuchar la voz de Dios y estar más presente para él. Se indefenso en la oración. Somos dependientes de Dios para todo. A veces necesitamos pedir a Dios que camine con nosotros – a veces necesitamos pedirle que nos cargue. Se suplicante en tu oración. Pídele a Dios por ayuda y misericordia. Ruega por la Iglesia, por ti, por tu prójimo, por el mundo. Se confiado en la oración. Confía en Dios. Cree en él. Ten fe en su gracia. Dios nos ama. Él quiere ayudar. Persevera en la oración. A pesar de las dificultades o contratiempos, sigue orando. Que la paz de Cristo more en tu corazón por siempre. Padre Iván