“Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad.” Se dice que los ojos son la ventana de nuestra alma, que son la puerta de entrada a lo que es eterno, el camino hacia nuestro Creador. Nuestra visión es muy importante para nuestro bienestar espiritual. Ella juega un papel importante en nutrir el cuerpo y alimentar el alma espiritualmente. Entonces, ¿cómo está tu visión? ¿Tu visión es buena o tu vista necesita ser corregida, tus ojos lavados, tu visión limpiada? ¿Está tu cuerpo sano al buscar lo que es bueno a los ojos de Dios o está tu cuerpo cubierto de ruido, distracciones, secretos, imágines contaminadas? ¿Es visible tu camino o invisible, conocido o desconocido? ¿El camino de tus ojos a tu alma está claramente marcado o está marcado de confusión? ¿Has caminado el camino espiritual que va de la ventanas de tus ojos, a treves de la puerta de entrada de tu corazón, al reino de tu alma? Tu alma es verdaderamente un regalo de Dios. Es eterna, está cubierta de pureza, está llena de inocencia, está adornada por Dios y es deseada por él y sin embargo, parece que nos olvidamos lo preciosa que es nuestra alma. Tendemos de descuidar nuestras almas y de cubrirlas con oscuridad y llenarlas de mentiras. Si los ojos son verdaderamente las ventanas de nuestra alma, ¿cuánta luz está recibiendo tu alma? La luz es buena, como dice la escritura, proviene de Dios, fue creada por él. La luz viene de mirar a lo que es hermoso como Dios lo ve. La luz viene de contemplar lo que es bueno, bello, puro. La oscuridad es del maligno. Es malo para nuestra alma. Él ataca lo que es bueno, sofoca lo que verdaderamente es bueno para nosotros. La oscuridad viene de mirar lo que es impuro, de codiciar lo que no es nuestro, de lujuriar lo que es prohibido, de desear lo que no nos pertenece. La oscuridad debe ser evitada, no deseada, rechazada, corregida inmediatamente. El alma es como una flor fragante, cubierta en belleza y llena de dulzura. Si está privada de luz, de amor, de vida, de Dios, el alma se marchita y luego muere por negligencia y por falta de cuidado. Al igual que nuestros ojos, nuestra alma requiere un cuidado especial y amorosa atención para ver claramente el camino que conduce a Dios. “Nuestros ojos están fijos en el Señor, implorando su misericordia.” Padre Iván
Decimocuarto Domingo del Tiempo