“Pídeme lo que quieras, que yo te lo dare.” Qué amorosa invitación ofrece nuestro clemente Señor a Salomón y también la extiende a cada uno de nosotros.  Seguramente podemos pedir cualquier cosa que queramos a Dios y lo hacemos.  Le pedimos por fama y fortuna, por estatus y confort, por alivio y tranquilidad, por larga vida y posteridad, por una casa grande y un carro lujoso, sacar el premio y ganar la lotería. Pedimos a Dios tantas cosas – tantas cosas que ocupan nuestro espacio, consumen nuestro tiempo, nos mantienen bien ocupados. Pero, ¿podrán las cosas que pedimos traernos paz?  No la paz temporal que buscamos en momentos difíciles pero el tipo de paz que dura a través de cada momento.  El tipo de paz que dura para siempre, la paz que nos traerá dentro del Reino, la paz que nos traerá descanso eterno, la paz que sólo Dios puede dar.  ¿Las cosas que pedimos traen gozo duradero, la gracia de Dios, la verdadera felicidad?  Pedimos muchas cosas.  Pero las cosas que Dios está más complacido de darnos son las cosas que verdaderamente nos harían felices, que nos harían libres, que nos traerían la paz.  Dios está contentísimo de proveer las cosas que nos acercarán a él y nos mantendrán en su corazón por toda la eternidad.  Entonces,  ¿qué pediremos?  Pienso cuán feliz fue Dios al recibir la respuesta de Salomón.  Cómo debió ser una dulce fragancia, un aroma de buena voluntad cuando la respuesta de Salomón llegó a los oídos de Dios.  No pidió por materialismo o más tiempo o incluso daño a sus enemigos o a quienes le hicieron difícil su vida.  En cambio, el pidió por un corazón – un corazón  de discernimiento, un corazón que entendió la diferencia entre vivir una vida en armonía con la voluntad de Dios opuesta a esas cosas que nos dirigen a un camino equivocado – que nos alejan de la gracia de Dios, de la voluntad de Dios, de la paz de Dios. A veces somos débiles y permitimos que el mundo nos disuada de ser realmente felices. Permitimos que otros nos animen a llenar nuestras vidas con tantas cosas que se desvanecen y nos desvían. Entonces, ¿qué debemos pedir?  Si tu quieres ser realmente feliz y estar en paz pide por sabiduría de corazón. Será una dulce música para el oído de Dios.  Padre Iván