“Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla…”   La imagen de la barca es usada a lo largo de las Escrituras para indicar como Dios asiste a su pueblo en la jornada de un estado de vida a otro.  Un estado de vida que permanece bajo el vigilante y gentil cuidado de Quien nos invita a buscarlo, a anhelarlo, a venir a él, a encontrarle clementemente esperando por nosotros del otro lado.  Aquellos que escojan embarcarse en la jornada se encontrarán transformados por siempre.  Ellos se encontrarán en un lugar nuevo, con un sinfín de oportunidades de comulgar con Dios.  Considera como Noé y su familia viajaron con las criaturas de Dios en una barca y con la ayuda de la gracia de Dios sobrevivieron el diluvio.  Después de una jornada larga y difícil, se encontraron en una tierra liberada de la devastación del pecado; un lugar limpio de la maldad – un nuevo día, un nuevo comienzo, una nueva vida, un mejor lugar.  O considera el momento en que Jesús llamó los discípulos de su barca, de su sustento, de su familia.  Sus vidas fueron transformadas de ordinarias, de simples pescadores a grandes pescadores de hombres.  O considera cuando los discípulos se encontraron en una barca siendo sacudidos por una tormenta violenta.  Jesús los encuentra a lo largo del camino y transformó sus miedos, sus dudas, su frustración, sus angustias en un lugar de paz. O considera como Jesús frecuentemente enseñaba a las grandes multitudes desde una barca perforando sus corazones con sus palabras, con sus prédicas, con sus enseñanzas.  Derritió sus corazones pedregosos luego alimentó al hambriento, curó al enfermo, restauró su dignidad, les trajo a un mejor lugar.  O considera como después de escuchar la triste noticia de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se fue solo en una barca a un lugar desierto.  Mientras flota a lo largo del agua, él va al Padre; el comparte su dolor.  La jornada transforma su situación actual.  Él se aflige, él llora, él ora, él se fortalece; continúa su propia jornada hacia la Cruz.  La barca es simbólicamente nuestra jornada.  En ocasiones podemos encontrar una tormenta violenta o un día soleado interminable.  Podemos encontrar un diluvio o un suave navegar a lo largo del camino.  Hasta podemos encontrarnos en aguas desconocidas o aguas que son suaves, calmadas, contemplativas, sanadoras.  En cualquier caso, el viaje vale la pena tomarlo porque lo que nos espera del otro lado es una amorosa sonrisa, es una bienvenida a casa, es un beso de paz, es nuestro Padre amoroso.  Que su paz esté siempre con ustedes.  Padre Iván