“Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo”. Ser un discípulo de Cristo es conocerlo, seguirlo, aprender de él y fundamentalmente ser como él. Para Jesús, cada momento fue y es un momento para enseñar; una oportunidad para aprender y para crecer en la voluntad y el conocimiento de Dios. Jesús libre y generosamente compartió sus pensamientos, su conocimiento, su corazón, su amor, su sabiduría con los discípulos y continúa haciéndolo con nosotros. Jesús entiende que no todos asimilamos la instrucción y el conocimiento en la misma manera o al mismo ritmo o en la misma capacidad. Nuestra crianza juega un papel importante en nuestro desarrollo. Afecta cómo aprendemos, cómo enseñamos, cómo percibimos, cómo experimentamos y cómo entendemos. Esta es una importante lección para los profesores. El comprender que no todos los estudiantes comienzan desde la misma página o desde el mismo lugar o desde el mismo punto de entendimiento. Un buen profesor entiende a sus estudiantes, sus habilidades, sus limitaciones, como captan la información, como la procesan, como aprenden y como enseñan. Jesús entendió esto por lo que usó diferentes métodos de enseñar a los discípulos para alentar y honrar diferentes estilos e aprendizaje. A veces, los discípulos aprendían a través de escuchar a Jesús mientras el compartía diferentes oraciones y bienaventuranzas. A veces, los discípulos aprendieron a través de las señales y maravillas realizadas por Jesús. Otras veces, los discípulos experimentaron la misericordia a través de la sanación. Otras veces, aprendieron a través de parábolas para emplear la imaginación de los discípulos para contemplar y experimentar como podría ser el Reino de Dios. A través de estos estilos diferentes de enseñanza y aprendizaje, Jesús reforzó la lección más importante de todas: cómo llegar a convertirnos en amorosos y ser amorosos, amables, gozosos, misericordiosos, clementes, caritativos. Él les mostró y enseñó a los discípulos como ser cristianos. Es decir, cómo ser como Jesús. Cómo vivir como un amado hijo de Dios. Algunas de estas lecciones eran difíciles de entender y necesitaban ser repetidas más de una vez como ¿por qué era necesario que Jesús fuera ridiculizado, rechazado, golpeado y asesinado para resucitar al tercer día? Dios no lo permita, dijeron. Pero siendo el buen y paciente profesor que era, Jesús ayudó a sus discípulos a ver, a escuchar, a experimentar e imaginar la importancia de esta lección mediante la repetición y mediante la Transfiguración. Ellos vendrían a aprender, creer y comprender sin duda la profundidad del amor de Dios y el poder de su gloria que podría destruir la muerte, perdonar pecados y restaurar la vida simplemente porque nos ama. Padre Iván
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario