“No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.” ¿Qué es lo que tiene el silencio que nos pone tan nerviosos, asustados, preocupados, ansiosos?  Tendemos a evitar el silencio y queremos llenarlo de ruido, conversación, música, teléfonos, juegos.  El silencio es un regalo de Dios.  Un don clemente donde podemos entrar en su sagradísima presencia; donde podemos entrar en su gracia.  En el sagrado silencio, podemos escuchar un latido.  Podemos escuchar el susurro de la voz de Dios.  En el sagrado silencio nos hablamos a nosotros mismos, a nuestro verdadero yo.  En el silencio, escuchamos la voz de Dios.  ¿Tienes miedo del silencio?  ¿Tienes miedo que Dios te pueda hablar realmente?  ¿Tienes miedo de lo que podría decir?  Elimina las distracciones a tu alrededor.  Ve a ese espacio sagrado.  Entra en el silencio.  Entra en tu corazón.  Entra en la presencia de Dios.  Ven a estar con el Señor.  Oh Señor, que clemente regalo es entrar en tu sagrado silencio, en tu sagrada paz.  Anhelo esos momentos de silencio; busco tu rostro.  Anhelo los momentos en que nada me distrae; sólo me atraes más a ti.  Anhelo esas oraciones profundas en el silencio de mi corazón, contemplando tus grandes misterios, experimentando tu gran amor.  Oh Señor, como anhelo tu gran amor.  Oh Señor, como anhelo el silencio de escuchar tu dulce voz gentilmente corrigiéndome, gentilmente sosteniéndome, gentilmente amándome, acercándome.  Cuanto anhelo esos momentos cuando no puedo escuchar nada excepto el sonido de mi corazón.  Espero, anticipo mientras la sed y el hambre crecen. Estoy lleno de esperanza de entrar en tu presencia y escuchar tu tierna voz.  Oh mi Señor, cómo nos inspiras en el silencio y nos enseñas cómo orar.  Cómo tú compartes grandes momentos con nosotros y nos animas a quedarnos; quedarnos en oración, quedarnos en el momento, vivir por este momento, permanecer en tu amor.  Llévame a ese lugar, a ese sagrado espacio donde el mundo no puede interrumpir, no puede perturbar, nada puede distraer, donde nada realmente importa.  Simplemente estás ahí. Tú amándome y yo amándote en el silencio de tu corazón.  “Sagrado silencio, océano santo, agua gentil, lavándome.  Ayúdame a escuchar, Espíritu Santo, ven y háblame.” Padre Iván