Jesús dijo a sus apóstoles: “el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.”  Nuestra vida es frecuentemente descrita y comparada con una jornada.  ¿Pero hacia dónde vas?  ¿Te has preparado para el viaje?  ¿Cuál es tu destino final?  ¿Hacia dónde te dirige el camino que estás siguiendo?  ¿Te traerá vida o te traerá destrucción?  Parece  que el camino que nos dirige a una puerta, que al entrar en la puerta obtendremos gracia, paz y felicidad eterna – la recompensa y consolación de nuestros viajes y buenas obras.  El otro camino es ancho y muy viajado. Conducirá a muchos, si no son corregidos a la puerta del terrible lugar de oscuridad perpetua y constante desolación.  Nuestro destino final depende de quién estamos siguiendo y cómo estamos viviendo nuestra vida terrenal.  Nuestro Señor nos invita a considerar la opción que se nos ha planteado y entender la consecuencia inalterable de nuestra decisión.  El comparte con nosotros sus pensamientos en este asunto, el deseo más íntimo de su corazón, su preferencia por cada uno de nosotros, su esperanza en nuestra decisión.  Dios desea que escojamos la vida, que lo escojamos a él.  Puedes escucharle decir en tu corazón, “por favor te ruego escógeme a mí.”  Jesús nos recuerda el camino hacia el Padre, el camino que dirige al cielo, la jornada que nos trae paz.  Él dice tú conoces el camino.  Pero nuestros corazones como Tomás dicen, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?  Jesús nos invita a mirar profundamente en nuestros corazones y descubrir la verdad – a considerar el Camino, a negarte a ti mismo, a tomar tu cruz y seguirlo en el camino menos viajado; el camino a la paz eterna.  Debemos vivir esta vida como Cristo lo hizo siendo fieles al padre; obedientes a su voluntad, anhelando el cielo, atentos a su voz, cuidando su pueblo, rezando a su corazón.  Debemos caminar hacia Dios, hacia Jerusalén, hacia casa.  Debemos evadir las tentaciones en el camino, amar a aquellos que nos odian, orar por los que nos persiguen, perdonar a quienes nos hieren.  Debemos morir con Cristo.  Debemos resucitar con Cristo porque él realmente es “el camino, la verdad y la vida.”  Padre Iván