“Conviértanse, dice el Señor, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Un retiro es una oportunidad maravillosa para escapar del ajetreo de la vida y entrar en lo sagrado del silencio y del encuentro con Cristo en su jornada a Jerusalén y nuestra jornada del arrepentimiento hacia la santidad. Retirarse es una oportunidad para mirar dónde hemos estado, determinar los giros equivocados que hemos tomado y en oración, pedirle al Señor por la fortaleza, sanación y guía. Uno de mis libros favoritos para llevarme de retiro es “Diario del Alma” de San Juan XXIII. Captura el desarrollo espiritual de su vida de oración y su propia jornada hacia la santidad. Es un hermoso ejemplo para el proceso que una persona atraviesa una persona para alejarse de las cosas que nos hacen pecar y volvernos hacia el Camino del Señor, principalmente siguiendo los mandamientos del Señor de amor y perdón. Con el tiempo, Juan XXIII desarrolló una vida de oración profundamente disciplinada basada en las virtudes cristianas. El celebraba el Sacramento de la Penitencia con regularidad porque decía que hasta el más mínimo pecado causa un efecto dominó en todo el Cuerpo de Cristo. El Padre Espiritual describió el proceso hacia la santidad como una jornada hacia una montaña donde el pie es el punto de partida de la vida y la cima representa nuestro fin, nuestra meta, que es estar reunidos con Dios, nuestro Padre. Esto requiere que nosotros pasemos por un proceso de purificación mediante el cual estamos conscientes de nuestra pecaminosidad y a través de la oración, fidelidad y perseverancia, nos separamos de las cosas mundanas como el materialismo, el orgullo, el ruido, el egoísmo y buscamos y nos apegamos a las cosas celestiales para poder ascender a la cima de la montaña donde Dios nos espera con brazos abiertos y una acogida amorosa. Como en cualquier jornada, tenemos que planificar el viaje determinando cómo llegar a nuestro destino final y qué es necesario para el viaje. Queremos viajar ligeros pero el pecado se convierte en exceso de equipaje. La Buena Nueva es que tenemos el Sacramento de la Penitencia para ayudarnos a aligerar la carga. Que regalo es experimentar el amor y misericordia del Padre. Es como esa jornada de ascender a la montaña. Una vez más reunidos al Padre por el amor sacrificial de Jesús en la Cruz. Comenzamos este proceso examinando nuestras consciencia para identificar cualquier dolor que podamos haber causado. ¿Ha habido situaciones de codicia, orgullo, envidia, ira, lujuria? ¿Has ofendido a tu cónyuge, a tus padres, a tus hermanos, vecinos, enemigos, amigos? Con un corazón contrito, pide al Señor misericordia, perdón, sanación, paz. Es una gran manera de arrepentirse y regresar al Señor. Padre Iván
Tercer Domingo de Cuaresma