“Por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres, el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y del poder del Faraón, rey de Egipto.” Toda persona tiene un “Egipto” – es un lugar que tiende a esclavizar y a oprimirlos. Para una persona, su Egipto puede ser un trabajo que no les gusta o una tarea con la que no están contentos. Para otro, su Egipto puede ser una relación mala, negligente y abusiva. Para otros, esto puede ser pobreza, la falta de vivienda, subempleo o una lucha seria con una adicción o un material adictivo. Alabemos a Dios que no nos creó para vivir en la esclavitud o en la opresión, sino en la libertad de su amor. Sin embargo, el pecado y las malas decisiones nos ponen en un lugar desértico al que podemos llamar nuestro Egipto. Un lugar desolado que es oscuro, sombrío y desagradable que nos roba el gozo de Dios. Pero gracias a Dios, Jesús vino a liberar a los prisioneros y a los cautivos. Él vino a liberarnos. Nosotros debemos escoger negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir a Jesús fuera de nuestro Egipto y dentro de su paz. Si un trabajo te esclaviza, quizás sea hora de un nuevo trabajo. Sabemos que esto no es particularmente fácil. Puede que tengas que sacrificar cierta seguridad como la antigüedad, el seguro o los beneficios de atención médica o un buen salario. Llévaselo a Jesús en oración. Si una relación te esclaviza, entonces tal vez es tiempo de discernir si es la correcta. Debemos aprender a sentarnos y a escucharnos los unos a los otros. ¿Cuáles son las necesidades, expectativas y responsabilidades? Intenta resolverlo. No es fácil hablar cuando estamos heridos o lastimados. Jesús nos puede ayudar a sanar si se lo pedimos. Si un comportamiento adictivo como el alcoholismo, abuso de substancia, comer en exceso, pornografía, el juego o mentir te esclavizan, debemos estar dispuestos a decirnos que tenemos un problema y buscar ayuda. No es cómodo mirar en un espejo o mirar nuestros corazones y ver nuestros defectos y vulnerabilidades. Pero es necesario para seguir a Cristo y poder entrar y acoger la nueva vida que él nos ofrece. Al reconocer que nos esclaviza o nos oprime, podemos buscar a Dios quien está listo para ayudarnos cuando le clamamos. Él viene a librarnos de nuestro Egipto. Él nos guía a través del estrés de encontrar el trabajo correcto. Él nos ayuda a resolver relaciones que se han convertido en problemáticas. Él nos ayuda a recobrarnos de un comportamiento adictivo y nos trae el gozo del perdón y la paz. Cristo espera a todos los que están dispuestos a seguirlo fuera de su Egipto y dentro de su paz. Padre Iván
Segundo Domingo de Cuaresma