“¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos?” ¿Por qué ayunamos? Bueno, a veces necesitamos ayunar por razones médicas. Necesitamos un análisis de sangre o necesitamos prepararnos para un chequeo de rutina o pasar por un procedimiento quirúrgico. También ayunamos por razones de salud para atender alguna preocupación dietética que puede reducir los riesgos de salud y mejorar nuestro bienestar general. También ayunamos por razones espirituales. En tiempos antiguos, el Pueblo de Dios ayunaba en preparación para encontrarse con Dios en su sagrada montaña y entrar a la Sagrada presencia de Dios. Ellos lavaron sus cuerpos, purificaron sus corazones y limpiaron sus mentes para poder entrar más plenamente en la Gloria de Dios. Durante tres días, ellos ayunaban de ciertos alimentos, se abstuvieron de pecar y evitaron la actividad pecaminosa para ser santos frente al Santísimo. Debían ser purificados para poder contemplar la Pureza de Dios. Nosotros, la mayoría de las veces, atribuimos el ayuno a la comida. Similar a las observancias y prácticas de la Temporada de Cuaresma. Pero el ayuno es mucho más que abstenerse y privarse de comer, puesto que somos mucho más que cuerpo. También somos corazón, espíritu, mente y alma. Todo esto puede contribuir de manera única u obstaculizar nuestra salud y bienestar espiritual. Por ejemplo, para entrar más plenamente en la Gloria y en la Santidad de Dios, podemos limpiar nuestras mentes de las imágenes impuras e ídolos al abstenernos de vivir y realizar fantasías. Podemos también abstenernos de pensamientos críticos e hirientes y dejar de preocuparnos y confiar en Dios más plenamente. Para experimentar más íntimamente la Misericordia de Dios, podemos consagrar nuestros corazones a él al abstenernos de la ira. Al deshacernos de toda malicia, evitando todo odio, eliminando toda envidia y simplemente amando más y perdonando más. Para lavar nuestros cuerpos y seguir siendo el Templo de Dios en que fuimos recreados, podemos ayunar de toques inapropiados, de gestos obscenos, de actos impuros, de malas palabras y de comer comida rápida y simplemente convertirnos más plenamente en el Cuerpo de Cristo. Para santificar nuestros espíritus y entrar más plenamente en el Reino de la Divina Voluntad, podemos ayunar de orgullo, del ego, de nuestro egoísmo, de la ambición y simplemente convertirnos más como Jesús, eso es, manso y humilde de corazón. Para purificar nuestras almas y estar con Dios, debemos hacer un regreso completo y fiel a la inocencia y a lo sagrado. Necesitamos ayunar de todas las blasfemias, idolatrías, de todo pecado mortal y grave y simplemente desear a Dios quien es nuestra esperanza más segura, nuestra verdadera felicidad. El único que satisface todas nuestras necesidades. Padre Iván
Segundo Domingo del Tiempo Ordinario