“El ángel le contestó [a María] en respuesta. “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.” ¿Has considerado alguna vez qué es lo hace que una persona o a un lugar o a un objeto sea santo? Tal vez un Santo Rosario, agua bendita, o los Santos Óleos, Santa María o la Sagrada Familia, la Santa Comunión o la Tierra Santa? Bueno, Dios es El que hace todo santo porque el es la fuente de toda santidad. A través del poder del Espíritu Santo y del misterio de la Santa Cruz, Dios hace que todo lo que es receptivo de su gracia sea santo. María es santa porque Dios la creó inmaculada y sin pecado. Ella es perfeccionada en su santidad a través del poder del Espíritu Santo que la consumió en su fuego de su Santo Amor y en el Santo Niño quien está consumido en su totalidad por el corazón, la mente, el cuerpo y el alma de María. María es santísima, ya que en toda realidad es la primera en recibir espiritual y físicamente la plenitud de la Sagrada Comunión – el regalo eterno y redentor del santo amor de Dios – el precioso Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad, nuestro Señor Jesucristo. Dios nos ha llamado a ser santos como él nuestro Señor y Dios es santo para poder ser uno con él por siempre en una unión inquebrantable de unidad y paz. Pero debemos desear la santidad simplemente por amar a Dios con todos nuestros corazones, cuerpos mentes y almas. Tenemos que admitir a nosotros mismos que estamos en una constante necesidad del amor misericordioso y redentora gracia del Padre para poder vivir más plenamente el llamado a la santidad y para caminar el santo camino de Jesús al vivir su santo modo de vida. ¿Qué se interpone en el camino de tu santidad? ¿es posible la santidad para ti? ¿La deseas? ¿La esperas? ¿Quieres ser santo? ¿Puede Dios hacerte santo? El Espíritu Santo convierte el pan y el vino ordinarios en santos al consagrarlos en el Santo y Precioso Cuerpo y Sangre de nuestro Señor, Jesús Cristo. Solo imagina lo que él pudo hacer por ti. “Señor Dios, rey del cielo y de la tierra, dirige nuestras mentes y cuerpos a través de este día y haznos santos. Mantén nos fieles a tu ley en pensamiento, palabra y obra. Se nuestra ayuda ahora y siempre, líbranos del pecado, y tráenos tu salvación en ese reino en el que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, un Dios por los siglos de los siglos. ” Amén (Liturgia de las Horas – III Semana) Padre Iván
Cuarto Domingo de Adviento