“El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. La oración es una parte importante de quiénes somos y de quiénes estamos llamados a ser. Es como nos comunicamos con Dios como Padre, Dios como Hermano y Dios como Amigo. Es como compartimos con Dios. La oración desde el corazón y desde una mente que ha sido tranquilizada nos permite profundizar nuestro conocimiento de Aquel que nos ha creado y para experimentar Aquel que nos ha amado y nos ha invitado a una profunda intimidad. Después de haber manchado nuestra sagrada imagen a través del pecado, fue la apertura de Dios a la comunión y a la oración que nos permitió restaurar lo que estaba perdido. A través de Aquel que sufrió y murió por nosotros, hemos sido recreados en los amados hijos de Dios que somos y estábamos destinados a ser. La fidelidad a la oración nos alienta e inspira a ir más profundamente a las escenas de la Biblia y colocarnos en la historia de las escrituras para poder más claramente escuchar la voz de Dios hablando a nuestros corazones e iluminando nuestras almas. Una de mis escenas favoritas para visitar es la Anunciación. Imagínate por un momento colocándote en esa escena. Cuando te sientas al lado de nuestra Madre María, ¿qué estarías conversando con ella o te quedarías en silencio? ¿Qué quieres decirle, compartir con ella, o pedirle oración? ¿Qué podría estar diciéndote, enseñándote, preguntándote? ¿Cómo se siente la temperatura afuera? ¿Está caliente o fresco, ventoso o sin brisa, soleado o lluvioso? ¿El aire está fragante con flores, perfumes, el olor del pan recién horneado? ¿Oyes algunos los sonidos de la naturaleza? ¿Puedes escuchar algunos pájaros en el fondo? ¿Cómo suenan las alas de Gabriel, te sobresaltó, cómo se ve, te sobresaltó? Oraste con él cuando dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” ¿Puedes imaginarte estar en Galilea donde Dios decide dejar su trono en el cielo para pedirle a María que sea su vaso santo y la Madre de su Amado Hijo para que él pueda entrar en nuestra rota humanidad, morir para hacer reparación por nuestros pecados y traer a todos los hijos de Dios a salvo de regreso a casa en el cielo? ¿Qué te puede estar diciendo Dios ahora mismo? ¿Te asusta el hablar con Dios? Dile a María, “Ruega por nosotros, Oh santa Madre de Dios. Para que podamos ser dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo”. Padre Iván