En aquel tiempo, se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.” Él les dijo: “¿Qué es lo que desean?” Usualmente, no nos gusta que nos digan qué hacer. Sencillamente no nos gusta que alguien nos diga qué podemos y qué no podemos hacer o qué podemos y qué no podemos decir. Incluso si alguien pide amablemente, nos molesta. Incluso si sabemos que es lo correcto, simplemente no nos gusta. Aunque sea algo razonable, como quiera no importa. Aunque es algo que tenemos que hacer: seamos sinceros, no nos gusta que nos digan que hacer. La causa de nuestro resentimiento puede variar. A veces es simplemente nuestro orgullo que se interpone (¡nadie me dice que hacer!) o cuando no conocemos el mensajero (¡quien se cree que es!) o simplemente nos disgusta la persona dando la orden (¡no la soporto!) Simplemente preferimos no tener a nadie que nos diga que hacer. Entonces, ¿por qué somos tan propensos a ser guiados por el mal y a hacer lo que Satanás nos dice que hagamos? ¿No prometimos rechazarlo y a todas sus obras y a todas sus promesas vacías? Una de las cosas que nos debe hacer tener una admiración profunda y genuina por Jesús es que aunque nadie tiene el derecho o la autoridad de decirle a Jesús qué hacer, él como quiera escuchó a María y a José y permaneció siempre fiel a la Divina Voluntad del Padre. Que perfecta humildad hasta el punto de morir en la Cruz. Esto me inspira, como dijo María, a hacer lo que Jesús me pide que haga. Otra razón es que Jesús, quien es nuestro Señor y Rey, nunca nos pide algo que él mismo no ha hecho. El vivió y murió, amó y dio, oró y obedeció, perdonó y compartió, bendijo y creyó y ahora nos invita a hacer lo mismo. Jesús, aunque siempre puro y sin pecado, incorrupto e inocente, santo y sin mancha, se permitió recibir un bautismo de arrepentimiento para que podamos recibir un bautismo de salvación: un bautismo de vida eterna. Este maravilloso ejemplo del profundo amor de Jesús y de su profunda humildad debe inspirarnos a imitarlo alegremente, a escuchar a María y a José y a simplemente hacer lo que el Padre nos pide que hagamos. Cuando el Diablo les dijo a Adán y a Eva qué hacer, escucharon y murieron. Cuando el Diablo le dijo a Jesús qué hacer, Jesús simplemente le dijo, “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás.” Padre Iván
Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario