“Esto dice el Señor: “Digan a los de corazón apocado: ‘¡Animo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos’.” ¿Cuál fue la última vez que tuviste una conversación seria con tu corazón? ¿Alguna vez has tenido una conversación con tu corazón? ¿Por lo menos eres cordial con tu corazón o están que no se hablan? Nuestros corazones son vitales para nuestra vida, para nuestra salud y para nuestro bienestar. Y del mismo modo, nuestros corazones son vitales para nuestra vida espiritual, para nuestra salud espiritual y para nuestro bienestar espiritual. Nosotros podemos sufrir nuestros corazones, rechazarlos e incluso despreciarlos o podemos permitir que nuestros corazones nos llenen con esperanza y gozo ante la idea que Dios está cerca o incluso con nosotros. Dios ha capturado nuestros corazones. Él se siente atraído por ellos. Él se siente atraído por la belleza de su creación. Dios ama nuestros corazones. Es el lugar de refugio, un lugar de descanso, un lugar de Santa Comunión, un lugar de conversación, un lugar de unidad, un lugar de paz, un lugar de profunda consolación, un lugar de luz eterna, un lugar de profundo amor, un lugar de gran sanación, el lugar que Dios escoge para morar y permanecer en nosotros y nosotros en él. Pero descuidamos nuestros corazones. Estamos enojados con nuestros corazones porque se dejaron engañar, amar, herir. En nuestra vulnerabilidad, en nuestro deseo de ser amados, en nuestro deseo de confiar, entregamos nuestros corazones a cosas, personas y eventos. Sin duda, nos decepcionarán todo el tiempo. Dejan nuestros corazones vacíos, anhelando y secos. Pero el Señor dice: “Di a aquellos cuyos corazones están atemorizados: ¡Sé fuerte, no temas! Aquí está tu Dios… él viene a salvarte” nuestro Señor viene a restaurar lo que estaba perdido. Él viene a sanar lo que estaba herido. Él viene amar lo que estaba lastimado. El viene a llenar el vacío. Puesto que nadie puede amar nuestros corazones mejor que Aquel que es amor, quien creó nuestros corazones para amar y para sí mismo. Nuestros corazones pueden amar porque es Dios quien usa nuestros corazones para amar a los demás. Dios usa tu corazón para amar a tus padres, para amar a tu cónyuge, para amar a tu familia, para amar a tus hijos, para amar a tus amigos, para amar a tus compañeros de trabajo y sí, incluso para amar a aquellos que odias, para amar a aquellos que te persiguen e incluso para amar a tus enemigos. Así que se bueno con tu corazón. Ama a tu corazón y él te amará por eso. Jesús manso y humilde de corazón haz nuestros corazones semejantes al tuyo. Padre Iván