En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
¿Has pasado recientemente algún tiempo con tu dulce Madre María? ¿En lo absoluto? ¿Has considerado invitar a María a tu oración, a cualquier conversación, a simplemente tomar una taza de café contigo, a compartir un momento de despreocupación silenciosa o a acompañarte en un buen llanto? Necesitamos a María. Ella nos inspira a convertirnos en lo que somos. Ella nos inspira a entrar en plenitud, en la bienaventuranza, en la santidad al vivir nuestras vidas diariamente en bondad de corazón, en mansedumbre de espíritu, en humilde sumisión a la Palabra de Dios, a su Camino, a su Voluntad. Esto realmente nos hace felices, más que felices, felicísimos. María nos muestra, a través de la suavidad de sus palabras y a través de la pureza de sus intenciones y a través de la inocencia de su oración y a través de la bondad de sus acciones, cómo tomar gentilmente, reverentemente, libremente y gozosamente la Palabra de Dios y apropiadamente responder sin vacilación, reserva o arrepentimiento. Nuestra dulce Madre María siempre está escuchando a Dios. Ella siempre lo está escuchando. Ella no oye la Palabra de Dios como lo haríamos con un sonido o ruido o una persona hablando, pero ella escucha cuidadosa y atentamente la Palabra de Dios y por la Palabra de Dios al realmente escuchar y oír lo que Dios tiene que decir. Ella se regocija en la Palabra de Dios. Ella espera en devota anticipación a la posibilidad de escuchar el dulce susurro de la voz de Dios llamando, invitando, llenando, cumpliendo su Voluntad. María libremente entrega todos sus pensamientos, todos sus sentimientos, todos sus deseos, todas sus ambiciones, toda su atención a Dios. Ella bondadosamente dobla su voluntad a su Santa Voluntad. Esta es la propia disposición de la creatura humilde de su Poderoso Creador. Esta es la disposición adecuada para todas las creaturas hacia su relación con Dios, nuestro Padre. Santiago nos dice “Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos.”  Nos alienta a ser “rápidos para escuchar y lentos para hablar” y “pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos.” Esta es simplemente la disposición Mariana de receptividad y la espiritualidad de María. En Verdad, sin engañarnos a nosotros mismos, debemos recibir la Palabra hecha carne en el centro de nuestro ser. Debemos aceptarla gozosamente y adaptar nuestras vidas a ella “removiendo de nuestra alma lo que sea que se le oponga, para que pueda echar raíces y efectuar la salvación”. Padre Iván