“Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes.” Algunas de las palabras usadas para definir o describir la vida son muy interesantes y vale la pena explorarlas como ser, existencia, trascendencia, eterna. Palabras que solo pueden tener verdadero significado o propósito en contexto o en relación con Dios. Nuestro ser, es decir, quienes somos y para quién fuimos creados para ser, proviene directamente de Dios; solo puede venir de Dios. Él y solamente él tiene el poder para dar vida, para crear tal belleza y dar tal propósito y significado a la vida. Ser entonces, en su forma más básica y concreta es simplemente ser la creación preciosa y especial de Dios; su amado hijo. Nuestra existencia, es decir, el hecho que somos seres humanos, personas reales y no robots, simplemente significa existir en los pensamientos de Dios, estar en su presencia, existir en su corazón. La existencia vino a través de la maravillosa gracia de Dios y de su eterno amor, buscando compartir amor fuera de su genialidad. Nuestra existencia no fue requerida, ni necesitada, ni útil en ninguna manera para Dios porque Dios es infinitamente perfecto y perfectamente completo en todo sentido. Nosotros no agregamos nada a Dios ni a su grandeza Dios. El amor simplemente ha causado nuestra existencia y nos llama a amar siempre; a amar desde lo profundo sin poner condiciones y a amar siempre saliendo de nosotros mismos para alcanzar a otro. Nuestra trascendencia, es decir, el estado del ser o existencia por encima y más allá de los límites de la experiencia material o mortal y solo puede explicarse a través de lo que es divino. La vida más allá de la experiencia vivida es experimentar la visión beatífica, disfrutar de la paz perpetua, el regocijarse en la presencia del Todopoderoso por siempre. ¿Quién más puede trascender el tiempo y el espacio, los límites y las condiciones, la vida y la existencia aparte de Dios quien es para siempre? Solo Dios es eterno, es decir, infinito, interminable, perpetuo. Dios nos ofrece vida a través de Jesús, quien es la Palabra Eterna de Dios, quien transcendió la muerte a través de la Victoria de la Cruz, quien existió antes del comienzo de los tiempos y quien tomó la forma de nuestra humilde existencia humana para restaurar la vida en nosotros. Jesús misericordiosamente nos recuerda que la vida, es decir, la vida verdadera puede solamente existir a través de él, con él y en él. Eso a menos que creamos en el Único Dios enviado a nuestro ser para salvarnos y trascender nuestra muerte a la vida eterna y a menos que lo recibamos en Palabra y Sacramento en nuestra limitada existencia simplemente no podemos tener vida en nosotros. Padre Iván
Vigésimo Domingo del Tiempo