“No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido.” Oh mi Señor, a veces debo confesar que he sopesado y quizás silenciosamente y tal vez incluso en voz alta cuestioné tu elección en mí; en elegirme, en llamarme, en amarme, al enviarme. A veces, como tantos de tus amados hijos e hijas, tus fieles siervos y esclavos, tus santos hombres y mujeres, cuestiono tu elección al preguntarte sin preguntar o al decir en lo profundo de mis pensamientos y oraciones: ¿Por qué yo, oh Señor? ¿Cómo puede ser esto, oh Señor? ¿Por qué me elegiste a mí, oh Señor? ¿Por qué no a él o a ella, oh Señor? Tú me conoces Señor, mejor de lo que me conozco a mí mismo. Conoces mis pensamientos más íntimos, mis sentimientos honestos y verdaderos, el centro de mi ser, las debilidades de mi mente, los desafíos de mi carne, la pobreza de mi espíritu, las tentaciones que plagan mi cuerpo. Sabes que yo no soy digno ni santo y que no puedo hacer esto. Lo único que he conocido es oscuridad y pecado. Pero dices, “por mi amor infinito y mi divina misericordia, te elijo a ti. Te amo. Te creé para este propósito. Sí, conozco tus fortalezas y he experimentado tus debilidades pero también conozco tus dones y he experimentado tu amor por mí. Te elijo a ti, te amo, te llamo, te envío en el nombre de mi Hijo Jesús quien quiere que seas libre, que seas amado, que seas él. Confía en el amor y misericordia que tengo para ti. Confía en la confianza y fe que he puesto en ti. He puesto mi mirada sobre ti. Te he llamado por tu nombre. Te he mirado con buenos ojos. Te he escogido para ir al mundo a dar el fruto que me agrada. Te he hecho digno puesto que nada es imposible para mí. Te he hecho santo así que cree, porque a menos que creas no puedes ser discípulo de mi Hijo. A menos que confíes, no puedes hacer sus obras. Él te ha hecho santo en su Cuerpo y por medio de su Sangre has sido redimido, perdonado, renovado, refrescado. Sí, estabas muerto en tu pecaminosidad pero estás vivo en mi amor y misericordia. No cuestiones mi elección. No tengas ansiedad en lo absoluto, pero confía y cree y sabrás sin lugar a dudas que te he llamado por tu nombre y que eres precioso a mis ojos. Te he amado con un amor eterno. Te he elegido y te he enviado a decirle a los demás que te amo y que eres mío.” Padre Iván
Sexto Domingo de Pascua