“Permanezcan en mí y yo en ustedes.” “Permanecer” es una palabra o el concepto de quedarse en algo o con algo tal vez como quedarse en una situación actual o continua por un segundo rápido o por un período de tiempo, más o menos como adherirse a algo hasta el final, aguantarse hasta que se termine u observando como se lleva a cabo hasta el final. La idea de permanecer también puede ser como morar en un lugar u ocupar un espacio por un momento o tal vez por algún tiempo, similar a permanecer en una ciudad o en una casa o en oración o en un estado ánimo particular o vida para un momento determinado o para siempre. Permanecer puede significar también vivir “con” o “en” tal como viviendo con alguien por varios años o durante días interminables, más o menos como ser amigos por siempre o manteniendo una relación a largo plazo o estando sellado en el vínculo inquebrantable del santo matrimonio o siendo parte de una familia que ora y queda unida como Jesús cuando él entró en un pacto eterno con la humanidad. Él entró a nuestra familia humana para sufrir y morir con nosotros y por nosotros para que unidos a él en su Palabra, por sus Oraciones y con sus Sacramentos podamos permanecer con él sin cesar y para siempre – por hoy o por la eternidad. Y esta es la promesa eterna de Dios para nosotros, que en Jesús, puede vivir, morar y permanecer con él no sólo en esta vida sino en la que nunca termina. Pero debemos hacer nuestra parte para permanecer en él como él nos recuerda, “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí.” Nosotros permanecemos en Jesús cuando pasamos un rato tranquilo y de calidad con él en y con las sagradas escrituras. No leyendo las escrituras como si sólo fueran palabras en una página, sino como teniendo una conversación profunda y personal con alguien que es real, que está vivo y presente para nosotros mientras oramos, reflexionamos, hablamos y escuchamos. También permanecemos en Jesús cuando honramos los mandamientos, vivimos en las bienaventuranzas o simplemente ejercemos actos de amor, bondad y misericordia en el nombre de Jesús y con su ayuda. Pero cuando verdadera y realmente permanecemos en Jesús es cuando lo recibimos en el Santísimo Sacramento con un espíritu abierto, un corazón contrito, una mente tranquila y una disposición de sosiego y simplemente decir, “Jesús permanece en mí para que yo pueda permanecer en ti más perfectamente.” Padre Iván
Quinto Domingo de Pascua