“Jesús no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.” Oh Señor, tú conoces nuestros corazones, puesto que fueron creados por ti; nuestros corazones están hechos para ti. Oh Señor, tú conoces la misma esencia de nuestra naturaleza, el centro de nuestras existencias mortales, la profundidad de lo que estamos hechos. Tú sabes cada pequeño detalle sobre nosotros puesto que somos maravillosamente creados a tu imagen y estamos maravillosamente hechos a tu semejanza. Tú sabes todo sobre nosotros; todo lo que es bueno, todo lo que es malo, todo lo que es bello, todo lo que falta, todo lo que necesita ser hecho nuevamente. Nadie mejor que tú entiende la única cosa que nos separa es la única cosa que nunca pudiste ser, pero es la cosa para la que estuviste dispuesto a morir puesto que es la única cosa que no estaba destinada a ser. Dios es bueno y toda la bondad fluye de Dios. Pero todo pecado es malvado y toda esa maldad es pecaminosa y nunca puede fluir de Dios. El pecado fluye de la oscuridad, pero la luz celestial fluye de Dios. El pecado nos separó de ti, Oh Señor y que triste fue eso. El pecado continúa separándonos de ti mi Señor y que triste sigue siendo eso. Por lo menos hasta el día cuando el pecado no tenga poder sobre nosotros, Oh Señor puesto que cesará de ser, no más, y que alegre será para toda la humanidad, por toda la eternidad. O Señor, que triste que somos como tú en todas las cosas menos en el pecado porque solamente tú puedes ayudarnos puesto que has venido a nuestro auxilio, has venido a nuestra existencia pecaminosa, has venido a nuestra naturaleza caída. Dos corazones ahora están unidos como uno pero divididos por el pecado. Dos naturalezas separadas por la indiferencia pero destinados a ser íntegros nuevamente. ¿Por qué uno tan perfecto, tan santo, tan puro, tan inocente sería pecado por mí? ¿Por qué alguien tan hermoso, tan sagrado, tan amoroso, tan amable asume la culpa por todo lo que pensamos, todo lo que decimos, todo lo que hicimos y lo que hemos dejado de hacer? ¿Por qué el Creador de la criatura, el Alfarero del barro, el Pastor de las ovejas se humillaría tanto, tan vulnerable, tan débil como nosotros? ¿Por qué el Padre de los hijos, el Maestro de los esclavos, el Profesor de los estudiantes, el Rey de los súbditos se vuelve tan fácil ganarle, tan fácil de vencer? Porque Dios es amor y en amor estuvimos destinados a estar. Padre Iván
Tercer Domingo de Cuaresma