“Jesús los llevó secretamente a un cerro muy alto” Recientemente experimenté sentimientos que me parecieron ajenos. Estoy seguro que no son sentimientos nuevos en el sentido que los he experimentado antes. Pero nuevos a un corazón que ha sido totalmente transformado por Dios y configurado en Cristo. Nuevos a un corazón que se ha vuelto totalmente abierto y disponible a Dios y completamente vulnerable a él en todos los sentidos que parecen posibles. Nuevos a un corazón que ha sido transfigurado en la Palabra de Dios, formado en su Camino y conformado a su Voluntad. Un corazón que reza a Dios tan seguido como es posible: “Señor, te ruego por favor, pon un candado sobre mis pensamientos, mis sentimientos, mis palabras, mis acciones y mis deseos para que yo no te ofenda o para no ser ofensivo con nadie. Para que yo pueda edificar el Cuerpo de Cristo en vez de derribarlo”. Un corazón que clama a diario y con frecuencia, “que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Entonces, es desde esta perspectiva que mi corazón es incapaz de explicar o poner en palabras estas nuevas emociones. Por lo que en vez de permitir que estos sentimientos me consuman como un veneno o una droga tóxica, corrí al Señor en adoración como un niño que corre a la comodidad y la salvaguarda de los brazos de su Padre y en la seguridad de la oración, compartí con el Señor toda mi confusión y falta de entendimiento, le expresé a nuestro Dios mi tristeza y mi dolor, le ofrecí a nuestro Padre Celestial la herida, el dolor y la incertidumbre por la que estaba pasando la cual era tan real para mí. Le pedí al Señor en mi estado de debilidad que traspase mis manos y pies y que traspase este lastimado corazón con amor y lo llene con su gloriosa luz. Luego, después de un rato, en la tristeza de todo, en la oscuridad del momento, en el aislamiento que sentí, un pequeño susurro salió de la custodia, “si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán”. Cuan misericordioso es nuestro Señor al hablarnos en nuestro momento de necesidad. Fue entonces que entendí porque esto parecía tan ajeno y nuevo. Nunca me habían rechazado por ser Cristo o perseguido por ser amor. Este corazón ha sido maravillosamente transformado por Cristo, injustamente rechazado y perseguido por el hombre y misericordiosamente herido por el amor del Padre; todo lo que puedo decir es, Demos Gracias a Dios. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Que te acerques más al corazón de Cristo en este Tiempo de Cuaresma y a los brazos de nuestro Padre Celestial quien es nuestra paz más certera y nuestro más grande amor. Que tengas una Cuaresma bendecida. Padre Iván
Segundo Domingo de Cuaresma