“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga.” Mientras crecía siempre disfruté un buen juego de “Follow the Leader” (Sigue al Líder). ¿Y tú? Saltando hacia arriba y hacia abajo, haciendo ruidos de animales, agitando las manos de un lado a otro pretendiendo que estábamos volando un avión, dando vueltas y luego arriba y abajo nuevamente. Eran tiempos estupendos, especialmente si teníamos un buen líder. El reto venía frecuentemente cuando la línea se alargaba tanto que era difícil ver o escuchar al líder y tenías que confiar en la persona delante de ti. A veces había discordia entre los rangos; otros sentían que podían hacer un mejor trabajo liderando lo que causaba división que al final terminaba con el juego. ¿Eres un buen líder? ¿Estás guiando a otros en el Camino del Señor? Si yo te siguiera, ¿me guiarías a Jesús? ¿O estás satisfecho con ser seguidor? ¿Eres uno bueno? ¿La persona que estás siguiendo te está guiando hacia el Padre? ¿Te traerán al Reino de Dios? Si yo no pudiese ver o escuchar a Jesús, ¿podría seguirte y conocerlo? Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí.” Él nos muestra el camino correcto, el único camino para llegar al cielo – él nos guía al Padre. Jesús invita a todos los que desean seguirlo a considerar el camino que se hace más fácil para seguirlo. Renunciando a uno mismo: en una cultura que nos hace creer que todo es con respecto a nosotros. Somos la persona más importante en el mundo; somos el número uno – renunciando a nosotros mismos es probablemente lo más difícil. Pero si permitimos al Espíritu Santo que nos ayude, podemos reordenar nuestras vidas y hacer a Jesús nuestra prioridad al colocar las necesidades de los demás antes que las nuestras. Toma tu cruz: una cruz que es pesada y una carga difícil de llevar. Pero nos olvidamos que Jesús ya llevó nuestra cruz. Si se lo pides, el continuará ayudándote a llevar tu cruz. Síguelo: a veces estamos tan cegados por las cosas mundanas; tan distraídos por tanto ruido. Jesús te invita a ir a esa pequeña habitación en tu corazón; a cerrar la puerta, a cerrar los ojos, a abrir tus oídos, a abrir tu corazón y encontrarás a El que te guía al paraíso.
Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario