“Y tú, ¿quién dices que soy yo?” Imagina por un momento que tú y Jesús están teniendo una conversación apaciguada. Y en la conversación compartes los diferentes aspectos de tu vida, tu jornada de fe, las cosas que más te han desafiado y las cosas por las que estás más agradecido. Y en esa conversación Jesús te toma por sorpresa y dice, tengo curiosidad ¿qué sabes de mí? ¿Qué has escuchado de mí? ¿Qué te ha dicho la gente sobre mí? ¿Quién dice la gente que soy yo? Y tu respondes diciendo, unos dicen que eres el Hijo de Dios, otros dicen que naciste de la Virgen María, otros que moriste en una cruz y resucitaste al tercer día. Entonces Jesús te mira intensamente a los ojos, traspasa tu corazón con su mirada y toca ese lugar en tu alma al que sólo Dios puede alcanzar; donde te das cuenta que eres insignificante, que estás desnudo, un pecador necesitado de redención; el lugar en que cada secreto se revela. Luego sosteniendo tu vida en la palma de su mano, mira intensamente a tus ojos y manteniendo su mirada sobre tu corazón te dice personal e íntimamente “Y tú, ¿quién dices que soy yo?” Esta pregunta sacude tu mundo. No hay lugar para correr, no hay lugar para esconderse, nadie a quien llamar, no hay libro para leer, ni sitio para buscar, sólo están tú y la Verdad. Una pregunta tan íntima, tan personal, tan relacional, requiere conocimiento y experiencia de primera mano de quién es Jesús, ha sido y continuará siendo personalmente para ti. Que puedas decir en gratitud, gracias Jesús por ayudarme a comprender que tú eres mi roca, mi fundamento, el centro de mi ser, la profundidad de mi alma, el corazón dentro de mi corazón. Gracias por ser mi vida, mi voz, mi pastor, mi salvación, la causa de mi alegría, la fuente de mi inspiración, el pan que me sustenta, la bebida que me satisface, el fuego que arde dentro de mí. Gracias por ser mi Señor y mi Dios. Vivo porque moriste. Soy libre porque moriste por mí. Respiro porque vives dentro de mí. Sin ti no puede haber un yo. Contigo todo es posible. Tú eres el Hijo Amado de Dios que me ama, me salvó, me perdonó, me sanó y me liberó. Quien es todo lo que necesito.
Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario