“Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.” La humildad es una lección dura de aprender. A veces viene en forma de un sentimiento de sumisión o de impotencia. Otras veces viene en forma de humillación o burla. Nos avergüenza cómo nos ven los demás. ¿Nos mirarán o nos tratarán de manera diferente? Pensamos que lo sabemos todo y no lo sabemos. Creíamos con todo nuestro corazón y convicción que teníamos razón, para sólo descubrir que estábamos errados. Pensamos que estábamos haciendo algo bueno, pero fue a expensas de otros. Hemos trabajado tan duro en ese proyecto sólo para descubrir que a nadie le importa o que no era necesario o no era lo que se pedía. Que humillante. Que vergonzoso. Que tonto te debiste ver. Ahora eres considerado débil, sabelotodo, un fracaso. ¿Piensas que Dios te ve de ese modo? Dios te mira y ve a su hijo. Cuando somos débiles, Dios nos hace fuertes. Cuando estamos errados, él gentilmente nos corrige. Cuando estamos decaídos, él nos levanta. Cuanto somos humillados, nos conforta. Cuando estamos perdidos, nos encuentra. Cuando somos sumisos e impotentes, él perfecciona su amor en nosotros. Amo la invitación de Jesús a que aprendamos a de él. ¿Qué podemos aprender de Jesús? A ser manso y humilde de corazón. Jesús quien es Dios, Señor y Rey, lo entrega todo al Padre. Él lo entrega todo por ti y por mí. Él abandona sus opiniones, su deseo de tener razón, su preocupación de cómo le ven los demás, sus sentimientos de cómo es tratado, o que se piensa de él. Nada afecta su relación con el Padre. Él no deja que la soberbia se interponga en su camino. Si queremos llegar al corazón del Padre entonces debemos aprender de Jesús. Aprender a humillarnos y a pedir perdón cuando herimos a los demás, admitir que estábamos equivocados, dar la otra mejilla, contener nuestra boca y ofrecer una bendición en su lugar. Necesitamos aprender mansedumbre y entender y aceptar nuestras culpas, nuestras fallas, nuestros defectos, nuestras inhabilidades. Necesitamos aprender el amor de Dios. Jesús nos enseñó cómo orar. Oremos: Jesús manso y humilde de corazón, has mi corazón semejante al tuyo. Padre Iván
Décimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario