Por: Kyle McClure, Seminarista
La Iglesia tiene una larga tradición de rezar los Salmos. De hecho viene desde el mismo Jesucristo quien a menudo rezaba y hacía referencia de los Salmos. El nuevo testamento está moldeado por la Teología y la espiritualidad de los Salmos. El teólogo Michael Barber comenta, “El Salterio es, hasta ahora, el libro del Viejo Testamento citado más frecuentemente en el Nuevo Testamento”. Si los salmos son tan importantes, ¿Cómo los rezamos como iglesia? Fuera de las celebraciones de la Eucaristía, la vía principal de rezar los salmos en la iglesia es en la liturgia de las horas. Hay siete horas disponible para rezar cada día. La liturgia de las horas son las oraciones comunales de la iglesia. La Iglesia se une en la oración de Cristo al Padre. La Carta de los Hebreos describe esta vida de oración diciendo: “Y Cristo en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente (Hebreos 5:7)”. Por lo tanto, la liturgia de las horas santifica el día a través de unificar los momentos a la propia vida de Cristo. Además, cuando rezamos la liturgia de las horas estamos rezando varios Salmos así como otras oraciones en las Santas Escrituras. San Juan Pablo II habla acerca de cómo estas oraciones nos educan de manera que no nos quedemos con una vida de oración superficial. Los Salmos nos llevan a un conocimiento más íntimo de Cristo. Los Padres estaban firmemente convencidos que los Salmos hablan de Cristo y, por ende, rezándolos nosotros obtenemos las mismas oraciones de Cristo. Segundo, nosotros como Iglesia nos esforzamos en rezar sin cesar. San Pablo animaba a los primeros seguidores a estar siempre en oración. Nosotros debemos establecer un horario a lo largo de nuestros días como ayuda para mantenernos siempre en oración. En estos momentos de oración es cuando nos conectamos con Dios estableciendo un ritmo que nos acerca a Él. San Juan Pablo II dice: “Dándole a sus oraciones este ritmo, los Cristianos responden al mandamiento del Señor “de orar siempre (Lc 18: 1; 21: 36: Tes 5: 17: Ef: 6: 18), pero sin olvidarse que sus vidas enteras deben, en cierta manera, volverse una oración”. La iglesia primitiva desarrolló la liturgia de las horas como una forma de orar todo el tiempo. Así también la iglesia primitiva agregó las oraciones del Padre Nuestro y del Gloria, oraciones judías como manera de adaptarlas dentro de la comunidad cristiana. La sabiduría de la iglesia puede ayudarnos en nuestra búsqueda para conocer oraciones más profundas.