Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” En la cúspide de su sufrimiento físico, conmovido con profundo amor y compasión, Jesús le pide al Padre que perdone. ¿Para quién está pidiendo perdón? ¿Podrían ser los soldados que se burlaron de él, lo flagelaron, lo torturaron y luego lo clavaron a la Cruz? O tal vez está pidiendo perdone a los sumos sacerdotes, a los Escribas o a los Fariseos que permanecieron celosos y envidiosos de Jesús y lo querían muerto. O tal vez el perdón es para la turba que solo unos días atrás lo alabó en su entrada a Jerusalén. O tal vez es para los Apóstoles, los discípulos o los amigos de Jesús que dijeron que morirían por él, pero al final lo desertaron y lo dejaron solo. O tal vez él está pidiendo perdón por nosotros que le abandonamos cada vez que pecamos. La respuesta es sí a todas. Jesús murió para traer perdón por todos nuestros pecados. Hasta su hora final en la tierra, Jesús predicó perdón. Él enseñó perdón en el Padre Nuestro y cuando le preguntaron cuántas veces debemos perdonar a alguien, Jesús respondió, “setenta veces siete” – es decir, cada vez. E incluso en la noche que fue entregado en la Última Cena, Jesús simplemente dice, “este es mi cuerpo… esta es mi sangre derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”. Entonces, finalmente dice en la Cruz, Jesús simplemente dice: “Padre, perdónalos”. La Cruz es la expresión más grande y definitiva del amor del Padre por nosotros y de su deseo de perdonar a os que se arrepienten, puesto que no hay amor más grande que este, que uno dé su vida por su amigo para traerle el perdón de sus pecados. Jesús vino a entrar a Jerusalén por nosotros, para entrar en el Vía Crucis, en la oscuridad de nuestro mundo, en nuestra quebrada humanidad. “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Él vino para ser como nosotros en todo menos en el pecado, para cumplir la voluntad del Padre, para sufrir y morir por nosotros, para sanar el corazón contrito, para restaurarnos a la imagen del Padre y traernos a casa. “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Jesús quiere que entres en el Reino de Dios, en la Paz de su presencia, en su Sagrado Corazón, en la santidad de la Misa, en la Sagrada Comunión, en la Alianza Nueva y Eterna y a los brazos del Padre. “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Jesús quiere entrar en tu vida, en tu hogar, en tu corazón, en tu familia, en tu alma.  Él dice, “ven y sígueme” – niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme. Padre Iván